Memoria y Lucha

DUEÑO DE EL MERCURIO PASÓ INFORMACIÓN SOBRE MILITARES Y POLÍTICOS Y CONSTA EN NUEVO INFORME DE CITA DE AUGUSTÍN EDWARDS CON EL JEFE DE LA CIA DEVELA SU ROL CLAVE EN EL GOLPE DE ESTADO

04.02.2018 00:51
Agustin Edwards el golpista chileno

"El dueño de El Mercurio entregó información sobre militares y políticos."

La semana pasada EE.UU. publicó una recopilación de documentos sobre la relación con Chile entre 1969 y 1973. Un memorándum que ya había sido desclasificado en 1999, parcialmente y con muchas partes censuradas, aparece ahora en una versión más completa de la histórica reunión entre Agustín Edwards y el ex director de la CIA Richard Helms. El documento arroja nuevas luces sobre el intenso lobby que hizo el dueño de El Mercurio para promover un Golpe de Estado contra Allende con apoyo de la CIA y desmiente lo que le declaró al juez Carroza en septiembre pasado sobre dicha reunión.

“Reitero que tuve una reunión en Washington con Helms [Richard, el director de la CIA,]”, testificó bajo juramento el dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards, ante el juez Mario Carroza a fines de septiembre del año pasado. Y agregó:

“Además, esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende, oportunidad donde se comentó la circunstancia de haber sido electo un presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se pensaba en un Golpe de Estado o algo parecido” (ver la información de El Mostrador sobre su declaración ).

De hecho, Edwards y Helms sí discutieron exhaustivamente y en detalle la necesidad de un Golpe de Estado en Chile en ese encuentro realizado el 14 de septiembre de 1970, diez días después de la elección presidencial en la que Allende obtuvo la primera mayoría. De acuerdo a un documento desclasificado que en diez páginas resume la reunión, el dueño de El Mercurio entregó extensa información de inteligencia sobre los potenciales conspiradores para un Golpe de Estado en las distintas ramas de las Fuerzas Armadas chilenas y sobre sus preocupaciones respecto al apoyo de Estados Unidos.

Agustín Edwards, quien había decidido abandonar Chile y partir al exilio,también le entregó a la CIA nombres de otros políticos quienes “aún tienen buenos contactos con los militares” que la CIA podría aprovechar: los dirigentes del Partido Nacional Sergio Onofre Jarpa y Francisco Bulnes, entre ellos.

Edwards también le hizo un reporte a Helms de las actividades del Presidente Eduardo Frei Montalva contra Allende después de la elección, compartiendo sus opiniones sobre la falta de coraje de Frei para evitar que Allende asumiera la presidencia. “Describió a Frei como alguien que habitualmente colapsa bajo presión”, de acuerdo al memorándum de la conversación. “Edwards dijo que Frei es indeciso, siempre vacilando, siempre esperando que ‘otro dé el primer paso’ ”. Agustín Edwards predijo que Frei “probablemente se acobardará a último minuto”, en vez de avanzar hacia un golpe.

Finalmente, Edwards intentó incitar a la CIA para que hiciera algo para evitar que Allende se convirtiera en Presidente de Chile. Le dijo a Helms que Fidel Castro había aparecido en la televisión en Chile recomendando a los chilenos no preocuparse de una intervención de Estados Unidos pues Washington estaba “neutralizado” por la guerra de Vietnam y la extendida oposición doméstica a ésta. “Una pregunta clave en la mente del chileno medio es: ¿Le importa a Estados Unidos [lo que pase en Chile]?”, le informó Edwards al director de la central de inteligencia estadounidense.

EL “MEMCON” DE LA REUNION HELMS/EDWARDS

El hecho de que Agustín Edwards se reuniera con el director de la CIA el 14 de septiembre en Washington D.C. fue conocido públicamente desde que un comité especial del Senado estadounidense, liderado por el senador Frank Church, reveló en un reporte detallado la acción encubierta de la CIA en Chile hace casi cuarenta años. Pero el contenido de la dramática conversación sólo emergió recientemente. En septiembre pasado, para el 40° aniversario del Golpe de Estado, CIPER publicó las primeras cuatro páginas del memorándum de la CIA sobre esa conversación, titulado “Conversación sobre la situación política chilena” (Ver reportaje).

El documento resume la primera parte de la reunión Edwards/Helms e indica, al contrario del testimonio bajo juramento de Edwards ante el juez Carroza, que discutieron el “timing para una posible acción militar”. Una segunda versión desclasificada del mismo documento (obtenida por el autor y que CIPER publica ahora) totaliza diez páginas fuertemente censuradas y que prueban que más de la mitad de la reunión fue dedicada a una discusión explícita sobre una conspiración para un Golpe de Estado y de cómo Estados Unidos podría apoyarlo (ver documento).

En ambas versiones de este “memcon” –como son llamados estos documentos en Estados Unidos–, el nombre de Agustín Edwards está tachado. Es claro que la agencia de inteligencia aún quiere proteger su identidad como fuente confidencial. Pero no lo logró. El documento se refiere a que la reunión tuvo lugar a petición de Henry Kissinger, entonces asesor de seguridad del Presidente Nixon, quien había tomado desayuno con Edwards el 14 de septiembre de 1970 en Washington. Transcripciones desclasificadas de las conversaciones telefónicas de Kissinger, obtenidas por el National Security Archive, revelan que Kissinger ese mismo día llamó a Helms para decirle: “Edwards está aquí”. En el mismo llamado, Kissinger le pidió a Helms que personalmente le preguntara a Edwards sobre la situación en Chile. Helms accedió.

Ahora, con la desclasificación la semana pasada de una nueva colección de registros de la oficina histórica del Departamento de Estado, tenemos una nueva versión del famoso “memcon”, una transcripción oficial y mucho memos censurada del gobierno de EE.UU. del documento que identifica a los participantes de la reunión: Agustín Edwards, Donald Kendall, el presidente ejecutivo de Pepsicola, el director de la CIA Richard Helms y un ayudante no identificado de Helms en la CIA, quien tomó notas y escribió el resumen de la reunión. Los censores de la CIA intentaron ocultar el nombre de Agustín Edwards a lo largo de la transcripción, refiriéndose a él como “nombre no desclasificado”. Pero en al menos dos partes del documento, los censores no percibieron la referencia a Edwards y su nombre es reproducido como la fuente de la información (ver documento).

La reunión fue clave en el impulso que se le dio a partir de ese día a la acción desestabilizadora emprendida por el gobierno de Nixon en contra de Allende. Agustín Edwards no fue sólo el primer civil chileno del que se tenga conocimiento que se haya reunido en esos álgidos días con el director de la CIA. De acuerdo a los documentos desclasificados hasta ahora bien podría ser el único chileno que se sepa se haya reunido con el director de la CIA. Además, no fue coincidencia que la reunión tuviera lugar justo un día antes de que el Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, ordenara a Helms iniciar un conjunto de acciones encubiertas para “hacer que la economía chilena chille” y así provocar un Golpe para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia.

Entre los miles documentos de la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. que han emergido de la decisiva intervención encubierta de Estados Unidos en Chile, no hay otro que deje tan claro el rol de uno de los principales socios chilenos en la conspiración extranjera: Agustín Edwards.

REUNIÓN EN EL MADISON

En la tarde del 14 de septiembre de 1970, acompañado por el presidente de la Pepsi, Donald Kendall, quien era un amigo cercano del Presidente Richard Nixon, Agustín Edwards se reunió con el jefe de la CIA, Richard Helms, en el Hotel Madison, ubicado en el centro de Washington. El contenido del informe de dicha reunión deja claro que Edwards venía bien preparado para hacer lobby frente a su interlocutor para la necesidad de ejecutar un Golpe de Estado en Chile. De allí que le entregara a Helms información de inteligencia sobre las Fuerzas Armadas chilenas, dirigentes políticos pro-golpe y la situación política general que había provocado la mayoría relativa del candidato de la Unidad Popular sólo diez días antes.

Por ejemplo, Edwards le informó a Helms de una reunión secreta que el Presidente Frei Montalva había tenido –usando al vicepresidente del PDC Bernardo Leighton como intermediario– con el candidato presidencial de la derecha y el Partido Nacional, Jorge Alessandri, quien había obtenido la segunda mayoría relativa con sólo 40 mil votos de diferencia con Allende. Allí se había discutido la posibilidad de crear un nuevo escenario en el cual el Congreso chileno –con los votos de la derecha y la Democracia Cristiana– ratificaría a Alessandri y no a Salvador Allende. Inmediatamente después del pronunciamiento del Congreso, Alessandri renunciaría y habría nuevas elecciones presidenciales, en las cuales Frei participaría y probablemente ganaría.

En el memorándum se dice que Agustín Edwards le manifestó a Helms su preocupación sobre la viabilidad y las probabilidades de éxito de dicho plan, conocido como “la solución constitucional”. Según se lee, Edwards le dijo a Helms: “[el plan] podría no funcionar. ¿Entonces qué?”. Agustín Edwards prefería una solución no constitucional.

El grueso de la reunión de Edwards con Richard Helms, según el informe recientemente desclasificado, estuvo dedicado a evaluar a los miembros de las Fuerzas Armadas de Chile, sus liderazgos y sus verdaderas y potenciales consideraciones para involucrarse en un Golpe de Estado. Edwards le entregó al jefe de la CIA detalles concretos de comandantes en toda las ramas uniformadas, las tropas que controlaban y lo que costaría hacerlos moverse para un golpe.

Uno de los ejemplos que entregó Agustín Edwards en esa reunión estaba relacionado con los obstáculos que se preveía en la Fuerza Aérea, la que difícilmente jugaría un rol de liderazgo para el golpe. Informando sobre el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, el general Carlos Guerraty, Edwards le dijo a Helms: “Él quiere actuar contra Allende, pero Guerraty no es muy inteligente”.

En otro acápite del informe de la reunión de Agustín Edwards con Richard Helms, se registra que el director y dueño de El Mercurio le dice al jefe de la CIA que antes de dejar Chile había podido hablar personalmente con el general Camilo Valenzuela, jefe de operaciones militares en Santiago, quien semanas después se transformaría en un líder en la operación respaldada por la CIA para instigar un golpe a través de la neutralización del general René Schneider. De acuerdo a Edwards, Valenzuela declaró que “lo haría por su cuenta” si debía, para evitar que Allende se transformara en Presidente de Chile.

En el informe se dice que luego de esa conversación personal con el general Camilo Valenzuela, Edwards le transmitió un mensaje sobre el apoyo de Estados Unidos a cualquier esfuerzo para un Golpe de Estado. De acuerdo a la transcripción de la reunión de Edwards con Helms, el dueño del diario El Mercurio “agregó que al discutir la situación post-electoral con [el general Camilo] Valenzuela y algunos oficinales navales clave, estaban preocupados de dos puntos básicos:

1) Si el gobierno chileno fuera derrocado en una acción militar, ¿recibiría el nuevo gobierno el reconocimiento diplomático de Estados Unidos?

2) ¿Recibirían las Fuerzas Armadas chilenas apoyo logístico por una acción contra el gobierno?”. Luego Edwards informó a Helms que el subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (y el corazón de la preparación y articulación del Golpe en 1972 y 1973), el capitán Carlos Le May Délano, había identificado dos posibles “gatilladores” para un movimiento militar contra Allende: ruido de sables en Perú o Argentina contra Allende, o una decisión del gobierno de Estados Unidos de retener ayuda.

En algún punto durante la reunión, Richard Helms le preguntó a Agustín Edwards sobre la mejor forma en que el gobierno de Estados Unidos podía enviar un mensaje de “aliento” a los militares chilenos. Edwards respondió que sería “desastroso” si un mensaje así se enviara abiertamente. Y agregó que, no obstante, “si la palabra sobre la actitud de Estados Unidos fuera enviada discretamente, podría ayudar”.

La conversación continuó con la entrega por parte de Agustín Edwards al jefe de la CIA de información de inteligencia muy necesaria sobre quiénes en el establishment político de la derecha tenían lazos cercanos e influyentes con los militares. Allí el dueño de El Mercurio mencionó a Sergio Onofre Jarpa y a Francisco Bulnes, entre otros nombres que, más de 40 años más tarde, la CIA sigue manteniendo en secreto.

USANDO LA EVIDENCIA

Al final del memorándum de la conversación, el oficial de la CIA que tomó notas entregó su propia opinión sobre Edwards: “Estaba a ratos algo emocional y frecuentemente divagaba. Parecía estar buscando las soluciones posibles pero su conversación no indicaba que ya hubiera encontrado una que considerara factible o efectiva”. El acta de la reunión deja claro, sin embargo, que ese 14 de septiembre de 1970, Agustín Edwards no sólo abogó por una solución militar para impedir que Allende llegara a La Moneda, sino que asumió el rol de informante de la CIA al proveer a la central de inteligencia de información sobre figuras políticas y militares clave que podrían ayudar en los objetivos ideológicos y económicos de Estados Unidos, los que coincidían con los intereses financieros y políticos que representaba el dueño de la empresa El Mercurio. Para ambos resultaba de vital importancia derrumbar la democracia constitucional en Chile.

Los argumentos e informaciones entregadas por Agustín Edwards al jefe de la CIA ese 14 de septiembre, ayudaron a poner en movimiento el más cuestionado y dañino conjunto de operaciones encubiertas en la historia de Chile y Estados Unidos, que incluyó el Plan “Track II”, ordenado por el Presidente Nixon durante una reunión con Helms al día siguiente (15 de septiembre), para instigar un golpe militar que llevó directamente al asesinato del general René Schneider en octubre de 1970.

Como el propio Richard Helms testificó ante el Comité Church en el Senado estadounidense: “Tengo la impresión de que el Presidente organizó esta reunión -de la que tengo mis notas escritas a mano- por la presencia de [Agustín] Edwards en Washington y que [lo que Nixon] escuchó de Kendall sobre lo que Edwards estaba diciendo sobre las condiciones en Chile y lo que estaba pasando allá”.

En términos de verdad histórica, este documento entrega la más acabada y precisa versión sobre lo que Agustín Edwards hizo, sabía y dijo para ayudar y apoyar al coloso del norte para intervenir en los asuntos internos de su propio país. Al menos los chilenos ahora saben lo que el más importante empresario de medios de comunicación ya sea por olvido o intencionalmente engañó al juez Carroza cuando testificó que nunca había conspirado con la CIA para presionar por un Golpe de Estado.

Tal vez este documento tenga un rol legal que jugar también para determinar si Edwards cometió perjurio y conspiró con una potencia extranjera para hacer daño y provocar un quiebre institucional en su patria. En efecto, es tiempo de confrontar a Agustín Edwards con las evidencias contundentes de sus verdaderas acciones como un traidor de su país y a su Constitución.

 

DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS: COMO JORGE ALESSANDRI BUSCÓ APOYO CLANDESTINO DE EE.UU. EN 1970

03.02.2018 20:08
Jorge Alessandri Rodriguez

"Jorge Alessandri Rodriguez y el apoyo de EE.UU. a su campaña."

Los documentos estadounidenses recientemente desclasificados sugieren que el candidato presidencial de la derecha, Jorge Alessandri, solicitó en 1970 que Anaconda Copper presionara al gobierno de Estados Unidos para que le proporcionara apoyo financiero para derrotar a Salvador Allende y Radomiro Tomic.

Documentos estadounidenses recientemente desclasificados sugieren que el candidato presidencial de la derecha, Jorge Alessandri, solicitó en 1970 que Anaconda Copper presionara al gobierno de Estados Unidos para que le proporcionara apoyo financiero para derrotar a Salvador Allende y Radomiro Tomic. Anaconda era entonces dueña de los principales yacimientos cupríferos, como Chuquicamata. Su inversión peligraba si ganaban los otros dos candidatos ya que ambos proponían nacionalizar el cobre, tal como finalmente sucedió.

Los documentos develan un capítulo hasta ahora desconocido en la historia encubierta de la más reñida campaña electoral del país, que terminó en la elección del socialista Salvador Allende y la intervención de la CIA, y que diseñó el escenario para una dictadura militar que perduró 17 años.

Un memorando de una conversación del 10 de abril de 1970, que resume una reunión entre el presidente del directorio de Anaconda Copper y funcionarios del gobierno de Estados Unidos, dice que Jorge Alessandri, a través de un intermediario, “ha solicitado ayuda de Anaconda” para reunir casi tres millones de dólares de fuentes extranjeras porque su campaña sólo ha logrado recaudar doscientos mil dólares en Chile.

El Ejecutivo de Anaconda, Jay Parkinson, dice en el memo -recientemente desclasificado- que Anaconda y otras compañías podrán proporcionar parte del dinero solicitado por Alessandri, pero que los Estados Unidos “debe hacer una gran contribución financiera”.

El contexto de la afirmación deja claro que Parkinson está hablando a nombre del candidato presidencial. “Parkinson dice que pretende informar a su regreso al grupo de Alessandri que Anaconda ha hecho todo lo posible para obtener ayuda para él del gobierno de Estados Unidos”, dice el documento.

Como es sabido, por la investigación del llamado Comité Church del Congreso de Estados Unidos y por sucesivos documentos oficiales que se han ido desclasificando en estos años, la Anaconda Copper y otras compañías estadounidenses inyectaron en 1970 dinero a la campaña presidencial de Jorge Alessandri con la ayuda de la CIA. Sin embargo, hasta ahora, poco o casi nada se sabía del rol que habría jugado Alessandri en tratar de obtener directamente el dinero, tal como lo sostiene el ejecutivo de Anaconda.

Además, el memo proporciona por primera vez un recuento detallado y personal del lenguaje notoriamente agresivo utilizado por el ejecutivo de Anaconda (Parkinson), para demandar que funcionarios del gobierno de Estados Unidos actúen para defender sus intereses económicos mediante una intervención en las elecciones chilenas.

A Parkinson se le describe interpelando en la reunión “de una manera muy directa y dura” a un alto funcionario del gobierno: Charles A Meyer, secretario de Estado adjunto para Latinoamérica. El memo es uno de los más transparentes testimonios de primera mano en documentos desclasificados nunca publicados acerca de la arrogancia del poder corporativo estadounidense y de los intentos de dictar la política de Estados Unidos a nombre de negocios privados.

Este documento se suma a muchos otros referentes a Chile que el autor ha encontrado entre los 10 mil documentos desclasificados de la biblioteca presidencial del ex presidente Richard Nixon. Esta partida incluye un cable en el que el embajador en Chile, Edward Korry, argumenta enérgicamente en contra de la subvención a Alessandri. Hay además varios dramáticos documentos de la CIA en la evolución de la toma de decisiones de Estados Unidos con anterioridad al 4 de septiembre de 1970.

¿Qué importancia tienen esos documentos después de 37 años? Arrojan luz sobre los motivos y las acciones ocultas de los líderes de Estados Unidos y Chile que condujeron a uno de los más trágicos períodos de la historia de este país. Época en la cual la interferencia encubierta de Estados Unidos dispuso el escenario para el fin de la democracia en Chile impulsando la dictadura de 17 años del general Augusto Pinochet. También son importantes porque proporcionan fuentes primarias para corregir los recuentos muchas veces exagerados de lo que los agentes de Estados Unidos hicieron o no hicieron en Chile.

Presiones corporativas

Los nuevos documentos dejan en claro que la preocupación de Estados Unidos por la posibilidad del triunfo de Allende era de larga data. Fue a fines de 1950 que la CIA comenzó su historia de acción encubierta para socavar a la izquierda chilena. Allende ocupó desde entonces uno de los primeros puestos en la lista de los blancos de la agencia. Un reporte confidencial conocido como “Post Mortem on the Chilean Presidential Election” enviado por el entonces director de la CIA, Richard Helms, a la oficina del consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, el 19 de noviembre de 1970, apuntó a que la elección de Allende no podía “cargarse a la falta de advertencia previa”, ya que el “espectro” de su posible victoria “era aparente, en realidad reconocible, incluso ya en 1968”.

El reporte de Helms consigna que en abril de 1969, la CIA informó a Kissinger que “el frente comunista-socialista de Allende tenía quizás una posibilidad de victoria pareja” junto con Alessandri, el candidato del derechista Partido Nacional. Su reporte también revela que entonces Kissinger “preguntó por el papel del gobierno de Estados Unidos en las todavía distantes elecciones presidenciales, sosteniendo que el apoyo a Alessandri ya estaba siendo solicitado por un tercero”.

Ese “tercero” está referido a los intereses comerciales estadounidenses, entre ellos la ITT y Anaconda Copper, compañías que se enfurecieron porque durante el régimen de Eduardo Frei los democratacristianos siguieron una política de lenta nacionalización de las propiedades estadounidenses en Chile. Alessandri, un oligarca de la derecha tradicional, era el único candidato en la elección de 1970 que prometía una salvación para los intereses corporativos de los Estados Unidos.

El documento de abril es una clara indicación de que Alessandri trató de convertir esa promesa de protección de los intereses estadounidenses en un masivo flujo de dinero en efectivo para su campaña.

El memo secreto describe una conversación ocurrida el 10 de abril de 1970 entre el presidente de Anaconda Copper, C. Jay Parkinson, miembros del Consejo para Latinoamérica, una coalición de empresarios de alto nivel dirigida por David Rockefeller, y el secretario de Estado adjunto, Charles Meyer (un antiguo miembro del Consejo). Su lenguaje franco, casi matonesco, carece de la ambigüedad diplomática y las sutilezas habitualmente usadas para discutir temas tan sensibles como la utilización del dinero de los contribuyentes estadounidenses en una elección extranjera.

“El señor Parkinson, de manera muy directa y dura le dijo al señor Meyer que el gobierno de los Estados Unidos tenía que hacer una gran contribución financiera a la campaña presidencial de Alessandri. Él indicó que si tanto (el candidato presidencial de la DC Radomiro) Tomich (sic) como Allende ganaban, la empresa privada en Chile estaría acabada. Alessandri debía tener fondos para su campaña y si los aportes no eran hechos por el gobierno de Estados Unidos, éste (y el señor Meyer) habrían asegurado una situación castrista en Chile con efectos adversos en los países vecinos y a lo largo del hemisferio”, señala el documento.

Otros documentos previamente desclasificados nombran al senador Pedro Ibáñez como el representante de Alessandri, quien semanas previas había hecho una fallida insinuación para obtener financiamiento estadounidense.

El memo recientemente conocido sugiere que Ananconda y Alessandri no estaban dispuesto a recibir un no por respuesta. Dice que Parkinson pretendía llevar su caso “a los más altos niveles del gobierno de Estados Unidos”, lo que en ese momento habría sido una referencia al presidente Richard Nixon y a su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger. “Parkinson dice que pretende reportarle a su regreso al grupo Alessandri que Anaconda ha hecho lo que ha podido para obtener ayuda del gobierno de Estados Unidos y que por lo tanto no puede limitar su alcance al señor Meyer”, el funcionario del Departamento de Estado de nivel más bajo con el que se estaba reuniendo.

La presión corporativa de alto rango tuvo su efecto. Provocó un importante debate interno en los primeros meses de 1970 sobre cuál debía ser la forma más efectiva de intervención encubierta en la temporada electoral chilena.

Korry, la neutralidad electoral y la CIA

Otros nuevos documentos desclasificados presentan los contra argumentos en el debate. El más fuerte provino del embajador de Estados Unidos Edward Korry, quien estaba preocupado de que el apoyo a Alessandri significara que Estados Unidos le diera su espalda a su antiguo aliado, el Partido Demócrata Cristiano. “Sigo convencido de que es para nuestro beneficio permanecer al margen de la campaña de cualquier aspirante a la presidencia chilena”, respondió Korry al Departamento de Estado dos semanas después de la petición del ejecutivo de Anaconda a nombre de Alessandri. “Si los Estados Unidos se comprometieran en una posición electoral anti PDC las consecuencias de corto y largo plazo con respecto al que todavía es el mayor partido político en Chile y el gobierno, podría tener muy serias consecuencias aquí”.

“Riesgos electorales, la copa y el jinete con el dinero”, argumentó: “Hay un abrumador obstáculo práctico: la imposibilidad de mantener un manto de discreción sobre cualquier acción estadounidense tal como las que se sugieren… Cualquier suma significativa que llegue desde los Estados Unidos será tan discreto como poner un hombre en la luna”. Él pensaba que cualquier atisbo de participación de los Estados Unidos, solo aumentaría la popularidad de Allende.

El embajador instó a la “neutralidad electoral” mientras continuaba la campaña, política que eventualmente prevaleció. Korry también parece haber encarado a Alessandri sobre la información de que Anaconda estaba actuando a su nombre, y recibió una acalorada negativa. El cable añade: “Más aún, Alessandri está enfurecido con Anaconda y con aquellos chilenos que actúan como sus intermediarios”.

La CIA tenía sus propias reservas acerca de apoyar a Alessandri, de acuerdo a lo que reflejan los nuevos documentos. En un memorando secreto a Kissinger, titulado “Elección chilena”, del 16 de junio de 1970, el director de la CIA, Richard Helms, informó que había recibido un llamado de su predecesor y miembro del directorio de la ITT, John McCone (cuyo nombre está borrado en el memorando pero fue confirmado con otras fuentes). Helms reporta que McCone estaba “abogando porque el gobierno de Estados Unidos le diera mucha de ayuda financiera a la campaña de Alessandri”. Pero, Helms apuntó que “nosotros en la Agencia estamos preocupados de derramar dinero en la campaña de Alessandri, porque su organización política parece ser tan difusa que tememos tener poco impacto”.

Para entonces, la estación de la CIA en Santiago estaba convencida de que Alessandri parecía destinado a ganar sin el apoyo de Estados Unidos y que Allende perdería. Un despacho secreto del jefe de la estación de la CIA en Santiago, Henry Hechsher, a comienzos de junio, sostuvo: “Allende está corriendo tercero y es dudoso que sea capaz de remontar lo suficiente para ganar. Él incluso tendrá dificultades para llegar segundo”. Basado en esa información, los cuarteles generales de Langley y la estación focalizaron la mayor parte de su atención en prepararse para influenciar el voto post 4 de septiembre en el Congreso chileno para asegurar que Allende no fuera ratificado como el jinete preferido en una carrera de tres pistas donde ninguno tuviera la mayoría.

“Como recordarás esta elección ha sido riesgosa y difícil de prever por una variedad de razones”, le escribió Helms a Kissinger en su memo del 16 de junio, reflejando la falta de claridad en la estrategia encubierta de Estados Unidos. “La agencia está siguiendo este asunto de cerca, pero hay que admitir que estamos en la incertidumbre sobre cuál es la acción más prudente”.

Con algo de retraso, las fuerzas de la intervención de Estados Unidos llegaron a un acuerdo. La CIA no le proporcionaría fondos propios a Alessandri pero le pasaría 700 mil dólares de manera encubierta en dineros corporativos de Anaconda e ITT para sus cofres de campaña.

Al final fue una estrategia aparatosa: apoyo encubierto para Alessandri, abierta neutralidad en relación con el democratacristiano Tomic, y una encubierta “propaganda negra” (información fabricada) para socavar a Allende. Korry aceptó un plan de la CIA para una campaña perjudicial contra la coalición de la Unidad Popular de Allende. Él la describió como “gastar dinero en una propaganda anticomunista de carácter general —afiches, panfletos y pancartas.

Aún cuando la administración de Nixon tenía vagos planes de contingencia en caso de fallar su estrategia, la Casa Blanca fue fulminada el 4 de septiembre cuando Allende ganó la elección por una estrecha mayoría y fue luego confirmado como presidente con el apoyo del Partido Demócrata Cristiano en el Congreso.

Después de la elección, como ha sido bien documentado, el presidente Nixon soltó la correa de la CIA en Chile para fomentar un golpe militar que evitara la llegada de Allende al poder, operación que incluyó el secuestro y asesinato del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider. Cuando esa operación -conocida como Track II- falló, las recriminaciones burocráticas comenzaron a volar: el Departamento de Estado culpó a la CIA por fallar en predecir la victoria electoral de Allende y la CIA culpó al embajador Korry por oponerse a operaciones más agresivas.

En su post mortem a Henry Kissinger, Helms, el director de la CIA, concluyó que “reservas casi filosóficas” del Departamento de Estado habían “sofocado la consideración de un corte certero, y todo otro esfuerzo para prevenir la elección de Allende”.

En un memo encubierto de carácter extremadamente confidencial (“secret/sensitive/eyes only”) al post mortem de la CIA, desclasificado por primera vez, el asesor de Kissinger, Alexander Haig, apuntó que “todos se están apresurando para esconderse pero el dedo principal sigue apuntando al Departamento de Estado y, en mi opinión, a Korry. Sin embargo, no estoy muy seguro de que las faldas de la CIA estén tan limpias”.

Más de 35 años después de las decisivas elecciones de 1970, continúan emergiendo documentos con nuevos detalles de las bóvedas secretas del Estado, pero aún faltan otros por conocer.

Peter Kornbluh dirige el “Chile Documentation Project” en el National Security Archive, una organización de investigación sin fines de lucro en Washington DC. Kornbluh ha escrito extensamente sobre las actividades encubiertas de Estados Unidos y los documentos secretos relacionados con Chile, incluyendo el aclamado libro “The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability”.

 

 

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