Memoria y Lucha

DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS: COMO JORGE ALESSANDRI BUSCÓ APOYO CLANDESTINO DE EE.UU. EN 1970

03.02.2018 20:08
Jorge Alessandri Rodriguez

"Jorge Alessandri Rodriguez y el apoyo de EE.UU. a su campaña."

Los documentos estadounidenses recientemente desclasificados sugieren que el candidato presidencial de la derecha, Jorge Alessandri, solicitó en 1970 que Anaconda Copper presionara al gobierno de Estados Unidos para que le proporcionara apoyo financiero para derrotar a Salvador Allende y Radomiro Tomic.

Documentos estadounidenses recientemente desclasificados sugieren que el candidato presidencial de la derecha, Jorge Alessandri, solicitó en 1970 que Anaconda Copper presionara al gobierno de Estados Unidos para que le proporcionara apoyo financiero para derrotar a Salvador Allende y Radomiro Tomic. Anaconda era entonces dueña de los principales yacimientos cupríferos, como Chuquicamata. Su inversión peligraba si ganaban los otros dos candidatos ya que ambos proponían nacionalizar el cobre, tal como finalmente sucedió.

Los documentos develan un capítulo hasta ahora desconocido en la historia encubierta de la más reñida campaña electoral del país, que terminó en la elección del socialista Salvador Allende y la intervención de la CIA, y que diseñó el escenario para una dictadura militar que perduró 17 años.

Un memorando de una conversación del 10 de abril de 1970, que resume una reunión entre el presidente del directorio de Anaconda Copper y funcionarios del gobierno de Estados Unidos, dice que Jorge Alessandri, a través de un intermediario, “ha solicitado ayuda de Anaconda” para reunir casi tres millones de dólares de fuentes extranjeras porque su campaña sólo ha logrado recaudar doscientos mil dólares en Chile.

El Ejecutivo de Anaconda, Jay Parkinson, dice en el memo -recientemente desclasificado- que Anaconda y otras compañías podrán proporcionar parte del dinero solicitado por Alessandri, pero que los Estados Unidos “debe hacer una gran contribución financiera”.

El contexto de la afirmación deja claro que Parkinson está hablando a nombre del candidato presidencial. “Parkinson dice que pretende informar a su regreso al grupo de Alessandri que Anaconda ha hecho todo lo posible para obtener ayuda para él del gobierno de Estados Unidos”, dice el documento.

Como es sabido, por la investigación del llamado Comité Church del Congreso de Estados Unidos y por sucesivos documentos oficiales que se han ido desclasificando en estos años, la Anaconda Copper y otras compañías estadounidenses inyectaron en 1970 dinero a la campaña presidencial de Jorge Alessandri con la ayuda de la CIA. Sin embargo, hasta ahora, poco o casi nada se sabía del rol que habría jugado Alessandri en tratar de obtener directamente el dinero, tal como lo sostiene el ejecutivo de Anaconda.

Además, el memo proporciona por primera vez un recuento detallado y personal del lenguaje notoriamente agresivo utilizado por el ejecutivo de Anaconda (Parkinson), para demandar que funcionarios del gobierno de Estados Unidos actúen para defender sus intereses económicos mediante una intervención en las elecciones chilenas.

A Parkinson se le describe interpelando en la reunión “de una manera muy directa y dura” a un alto funcionario del gobierno: Charles A Meyer, secretario de Estado adjunto para Latinoamérica. El memo es uno de los más transparentes testimonios de primera mano en documentos desclasificados nunca publicados acerca de la arrogancia del poder corporativo estadounidense y de los intentos de dictar la política de Estados Unidos a nombre de negocios privados.

Este documento se suma a muchos otros referentes a Chile que el autor ha encontrado entre los 10 mil documentos desclasificados de la biblioteca presidencial del ex presidente Richard Nixon. Esta partida incluye un cable en el que el embajador en Chile, Edward Korry, argumenta enérgicamente en contra de la subvención a Alessandri. Hay además varios dramáticos documentos de la CIA en la evolución de la toma de decisiones de Estados Unidos con anterioridad al 4 de septiembre de 1970.

¿Qué importancia tienen esos documentos después de 37 años? Arrojan luz sobre los motivos y las acciones ocultas de los líderes de Estados Unidos y Chile que condujeron a uno de los más trágicos períodos de la historia de este país. Época en la cual la interferencia encubierta de Estados Unidos dispuso el escenario para el fin de la democracia en Chile impulsando la dictadura de 17 años del general Augusto Pinochet. También son importantes porque proporcionan fuentes primarias para corregir los recuentos muchas veces exagerados de lo que los agentes de Estados Unidos hicieron o no hicieron en Chile.

Presiones corporativas

Los nuevos documentos dejan en claro que la preocupación de Estados Unidos por la posibilidad del triunfo de Allende era de larga data. Fue a fines de 1950 que la CIA comenzó su historia de acción encubierta para socavar a la izquierda chilena. Allende ocupó desde entonces uno de los primeros puestos en la lista de los blancos de la agencia. Un reporte confidencial conocido como “Post Mortem on the Chilean Presidential Election” enviado por el entonces director de la CIA, Richard Helms, a la oficina del consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, el 19 de noviembre de 1970, apuntó a que la elección de Allende no podía “cargarse a la falta de advertencia previa”, ya que el “espectro” de su posible victoria “era aparente, en realidad reconocible, incluso ya en 1968”.

El reporte de Helms consigna que en abril de 1969, la CIA informó a Kissinger que “el frente comunista-socialista de Allende tenía quizás una posibilidad de victoria pareja” junto con Alessandri, el candidato del derechista Partido Nacional. Su reporte también revela que entonces Kissinger “preguntó por el papel del gobierno de Estados Unidos en las todavía distantes elecciones presidenciales, sosteniendo que el apoyo a Alessandri ya estaba siendo solicitado por un tercero”.

Ese “tercero” está referido a los intereses comerciales estadounidenses, entre ellos la ITT y Anaconda Copper, compañías que se enfurecieron porque durante el régimen de Eduardo Frei los democratacristianos siguieron una política de lenta nacionalización de las propiedades estadounidenses en Chile. Alessandri, un oligarca de la derecha tradicional, era el único candidato en la elección de 1970 que prometía una salvación para los intereses corporativos de los Estados Unidos.

El documento de abril es una clara indicación de que Alessandri trató de convertir esa promesa de protección de los intereses estadounidenses en un masivo flujo de dinero en efectivo para su campaña.

El memo secreto describe una conversación ocurrida el 10 de abril de 1970 entre el presidente de Anaconda Copper, C. Jay Parkinson, miembros del Consejo para Latinoamérica, una coalición de empresarios de alto nivel dirigida por David Rockefeller, y el secretario de Estado adjunto, Charles Meyer (un antiguo miembro del Consejo). Su lenguaje franco, casi matonesco, carece de la ambigüedad diplomática y las sutilezas habitualmente usadas para discutir temas tan sensibles como la utilización del dinero de los contribuyentes estadounidenses en una elección extranjera.

“El señor Parkinson, de manera muy directa y dura le dijo al señor Meyer que el gobierno de los Estados Unidos tenía que hacer una gran contribución financiera a la campaña presidencial de Alessandri. Él indicó que si tanto (el candidato presidencial de la DC Radomiro) Tomich (sic) como Allende ganaban, la empresa privada en Chile estaría acabada. Alessandri debía tener fondos para su campaña y si los aportes no eran hechos por el gobierno de Estados Unidos, éste (y el señor Meyer) habrían asegurado una situación castrista en Chile con efectos adversos en los países vecinos y a lo largo del hemisferio”, señala el documento.

Otros documentos previamente desclasificados nombran al senador Pedro Ibáñez como el representante de Alessandri, quien semanas previas había hecho una fallida insinuación para obtener financiamiento estadounidense.

El memo recientemente conocido sugiere que Ananconda y Alessandri no estaban dispuesto a recibir un no por respuesta. Dice que Parkinson pretendía llevar su caso “a los más altos niveles del gobierno de Estados Unidos”, lo que en ese momento habría sido una referencia al presidente Richard Nixon y a su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger. “Parkinson dice que pretende reportarle a su regreso al grupo Alessandri que Anaconda ha hecho lo que ha podido para obtener ayuda del gobierno de Estados Unidos y que por lo tanto no puede limitar su alcance al señor Meyer”, el funcionario del Departamento de Estado de nivel más bajo con el que se estaba reuniendo.

La presión corporativa de alto rango tuvo su efecto. Provocó un importante debate interno en los primeros meses de 1970 sobre cuál debía ser la forma más efectiva de intervención encubierta en la temporada electoral chilena.

Korry, la neutralidad electoral y la CIA

Otros nuevos documentos desclasificados presentan los contra argumentos en el debate. El más fuerte provino del embajador de Estados Unidos Edward Korry, quien estaba preocupado de que el apoyo a Alessandri significara que Estados Unidos le diera su espalda a su antiguo aliado, el Partido Demócrata Cristiano. “Sigo convencido de que es para nuestro beneficio permanecer al margen de la campaña de cualquier aspirante a la presidencia chilena”, respondió Korry al Departamento de Estado dos semanas después de la petición del ejecutivo de Anaconda a nombre de Alessandri. “Si los Estados Unidos se comprometieran en una posición electoral anti PDC las consecuencias de corto y largo plazo con respecto al que todavía es el mayor partido político en Chile y el gobierno, podría tener muy serias consecuencias aquí”.

“Riesgos electorales, la copa y el jinete con el dinero”, argumentó: “Hay un abrumador obstáculo práctico: la imposibilidad de mantener un manto de discreción sobre cualquier acción estadounidense tal como las que se sugieren… Cualquier suma significativa que llegue desde los Estados Unidos será tan discreto como poner un hombre en la luna”. Él pensaba que cualquier atisbo de participación de los Estados Unidos, solo aumentaría la popularidad de Allende.

El embajador instó a la “neutralidad electoral” mientras continuaba la campaña, política que eventualmente prevaleció. Korry también parece haber encarado a Alessandri sobre la información de que Anaconda estaba actuando a su nombre, y recibió una acalorada negativa. El cable añade: “Más aún, Alessandri está enfurecido con Anaconda y con aquellos chilenos que actúan como sus intermediarios”.

La CIA tenía sus propias reservas acerca de apoyar a Alessandri, de acuerdo a lo que reflejan los nuevos documentos. En un memorando secreto a Kissinger, titulado “Elección chilena”, del 16 de junio de 1970, el director de la CIA, Richard Helms, informó que había recibido un llamado de su predecesor y miembro del directorio de la ITT, John McCone (cuyo nombre está borrado en el memorando pero fue confirmado con otras fuentes). Helms reporta que McCone estaba “abogando porque el gobierno de Estados Unidos le diera mucha de ayuda financiera a la campaña de Alessandri”. Pero, Helms apuntó que “nosotros en la Agencia estamos preocupados de derramar dinero en la campaña de Alessandri, porque su organización política parece ser tan difusa que tememos tener poco impacto”.

Para entonces, la estación de la CIA en Santiago estaba convencida de que Alessandri parecía destinado a ganar sin el apoyo de Estados Unidos y que Allende perdería. Un despacho secreto del jefe de la estación de la CIA en Santiago, Henry Hechsher, a comienzos de junio, sostuvo: “Allende está corriendo tercero y es dudoso que sea capaz de remontar lo suficiente para ganar. Él incluso tendrá dificultades para llegar segundo”. Basado en esa información, los cuarteles generales de Langley y la estación focalizaron la mayor parte de su atención en prepararse para influenciar el voto post 4 de septiembre en el Congreso chileno para asegurar que Allende no fuera ratificado como el jinete preferido en una carrera de tres pistas donde ninguno tuviera la mayoría.

“Como recordarás esta elección ha sido riesgosa y difícil de prever por una variedad de razones”, le escribió Helms a Kissinger en su memo del 16 de junio, reflejando la falta de claridad en la estrategia encubierta de Estados Unidos. “La agencia está siguiendo este asunto de cerca, pero hay que admitir que estamos en la incertidumbre sobre cuál es la acción más prudente”.

Con algo de retraso, las fuerzas de la intervención de Estados Unidos llegaron a un acuerdo. La CIA no le proporcionaría fondos propios a Alessandri pero le pasaría 700 mil dólares de manera encubierta en dineros corporativos de Anaconda e ITT para sus cofres de campaña.

Al final fue una estrategia aparatosa: apoyo encubierto para Alessandri, abierta neutralidad en relación con el democratacristiano Tomic, y una encubierta “propaganda negra” (información fabricada) para socavar a Allende. Korry aceptó un plan de la CIA para una campaña perjudicial contra la coalición de la Unidad Popular de Allende. Él la describió como “gastar dinero en una propaganda anticomunista de carácter general —afiches, panfletos y pancartas.

Aún cuando la administración de Nixon tenía vagos planes de contingencia en caso de fallar su estrategia, la Casa Blanca fue fulminada el 4 de septiembre cuando Allende ganó la elección por una estrecha mayoría y fue luego confirmado como presidente con el apoyo del Partido Demócrata Cristiano en el Congreso.

Después de la elección, como ha sido bien documentado, el presidente Nixon soltó la correa de la CIA en Chile para fomentar un golpe militar que evitara la llegada de Allende al poder, operación que incluyó el secuestro y asesinato del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider. Cuando esa operación -conocida como Track II- falló, las recriminaciones burocráticas comenzaron a volar: el Departamento de Estado culpó a la CIA por fallar en predecir la victoria electoral de Allende y la CIA culpó al embajador Korry por oponerse a operaciones más agresivas.

En su post mortem a Henry Kissinger, Helms, el director de la CIA, concluyó que “reservas casi filosóficas” del Departamento de Estado habían “sofocado la consideración de un corte certero, y todo otro esfuerzo para prevenir la elección de Allende”.

En un memo encubierto de carácter extremadamente confidencial (“secret/sensitive/eyes only”) al post mortem de la CIA, desclasificado por primera vez, el asesor de Kissinger, Alexander Haig, apuntó que “todos se están apresurando para esconderse pero el dedo principal sigue apuntando al Departamento de Estado y, en mi opinión, a Korry. Sin embargo, no estoy muy seguro de que las faldas de la CIA estén tan limpias”.

Más de 35 años después de las decisivas elecciones de 1970, continúan emergiendo documentos con nuevos detalles de las bóvedas secretas del Estado, pero aún faltan otros por conocer.

Peter Kornbluh dirige el “Chile Documentation Project” en el National Security Archive, una organización de investigación sin fines de lucro en Washington DC. Kornbluh ha escrito extensamente sobre las actividades encubiertas de Estados Unidos y los documentos secretos relacionados con Chile, incluyendo el aclamado libro “The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability”.

 

 

LAS INÉDITAS CINTAS DE NIXON SOBRE CHILE Y ALLENDE: EL LENGUAJE DEL IMPERIO

03.02.2018 19:18
NIXON EL ASESINO DE ALLENDE

"Nixon y Kissinger los ganstern del Imperio."

Acaba de conocerse el contenido de las grabaciones secretas de las conversaciones sobre Chile entre el ex Presidente Richard Nixon y su consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger. Las cintas dan cuenta del grosero lenguaje con el que tramaban el derrocamiento de Salvador Allende, a quien trataban de “hijo de puta” y decían que querían “patear su trasero”. Aunque impreciso en las fechas, uno de los diálogos podría constituir el primer reconocimiento del rol de la CIA en el asesinato del general René Schneider.

Acaba de conocerse el contenido de las grabaciones secretas de las conversaciones sobre Chile entre el ex Presidente Richard Nixon y su consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger. Las cintas dan cuenta del grosero lenguaje con el que tramaban el derrocamiento de Salvador Allende, a quien trataban de “hijo de puta” y decían que querían “patear su trasero”.

Aunque impreciso en las fechas, uno de los diálogos podría constituir el primer reconocimiento del rol de la CIA en el asesinato del general René Schneider.

“Es un estado fascista”, declaraba el Presidente Richard Nixon durante una conversación sobre Chile en el Salón Oval de la Casa Blanca. No hablaba sobre el Chile del sangriento régimen del general Augusto Pinochet. Al contrario, él y su consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, se estaban quejando por el triunfo de la coalición de Salvador Allende, la Unidad Popular, en las elecciones municipales de abril de 1971. La única forma en la cual parecían capaces de comprender la creciente popularidad de Allende era comparar al Presidente chileno –un socialista de toda la vida– con Adolf Hitler. “Esto es como una estrategia alemana”, le dijo Kissinger a Nixon el 6 de abril de 1971, durante un encuentro de una hora. Algunas semanas más tarde, el sistema secreto de grabación de Nixon registró a Kissinger sugiriendo que los chilenos “están actuando en esto como actuaban los nazis con el Reichstag”.

Casi 40 años después de que fueran subrepticiamente grabadas, las cintas de Nixon siguen siendo un regalo a la espera de ser entregado a historiadores y a estudiantes de historia. El sistema de grabación se hizo conocido por la infame conversación sobre el escándalo de Watergate, cuando fueron descubiertas y llevaron a la renuncia de Richard Nixon, ante un inevitable impeachment (juicio político).

Pero las grabaciones de Nixon, 3.700 horas de conversaciones que mayoritariamente tuvieron lugar en el Salón Oval durante un periodo de 883 días, entre febrero de 1971 y mediados de julio de 1973, también corresponden a la mayor parte del tiempo en que Salvador Allende fue el Presidente de Chile constitucionalmente electo. Y capturaron las voces sin maquillaje, a veces histriónicas, de un presidente imperialista y sus más altos asesores refiriéndose a Allende como “hijo de puta”, discutiendo cómo “patear su trasero” y “remover” a Allende.

Esta semana, en Estados Unidos un grupo de historiadores y ex funcionarios del Departamento de Estado, conocido como nixontapes.org, publicó casi 100 páginas de transcripciones y enlaces a audios reales de Nixon, Kissinger, el secretario del Tesoro John Connally y otros altos funcionarios discutiendo sobre Chile. Las grabaciones y transcripciones nos permiten convertirnos en una mosca en el muro que escucha a los más poderosos funcionarios del país más poderosos del mundo discutir qué hacer con un pequeño país de América Latina que desafiaba la hegemonía política y económica de Estados Unidos. A pesar de que todas las referencias a las intervenciones encubiertas que llevaba a cabo la CIA para desestabilizar a Allende permanecen clasificadas (y borradas de las grabaciones) las discusiones que ahora pueden escucharse son un ejemplo de la mentalidad imperialista del Presidente y sus hombres.

 

El problema de la expropiación

De acuerdo a las transcripciones de las cintas, nada parece haber molestado tanto a Richard Nixon como la decisión del gobierno de Allende de iniciar la nacionalización de las empresas estadounidenses que habían dominado la economía chilena por décadas. Nixon creía que la respuesta de Estados Unidos debía ser cortar a Chile todos los créditos bilaterales, incluyendo los préstamos bancarios para exportaciones e importaciones, bloquear los créditos multilaterales y evitar que Chile renegociara su deuda externa. “Quiero que sepas”, le dijo Nixon a Kissinger, “que no quiero hacer nada por Chile. Nada”.

El Departamento de Estado, que era más sensible a las leyes internacionales y a las obligaciones de Estados Unidos con los organismos multilaterales, no estuvo de acuerdo. Pero Nixon encontró un fuerte aliado en su conservador secretario del Tesoro John Connally, quien le dijo que si Washington no se paraba frente a Allende, otros países de América Latina empezarían a nacionalizar negocios estadounidenses. La posición de Connally, le dijo Nixon a Kissinger en una reunión del 11 de junio de 1971, era que “el efecto en el resto de Latinoamérica, sin importar lo que escuchemos desde el Departamento de Estado y el resto, va a ser malo para nosotros, dejar de molestar a los chilenos y ser tan delicado con ellos”. Adicionalmente, continuó Nixon, “en lo que a la opinión pública americana concierne, los americanos mueren de ganas de que golpeemos a alguien en el trasero”.

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“Mis convicciones sobre esto son muy fuertes”, afirmó Nixon. “Todo lo que hacemos con el gobierno chileno será observado por otros gobiernos y grupos revolucionarios en América Latina como una señal de que lo que pueden hacer y salirse con la suya. Por lo tanto, tiendo a estar en contra de hacer cualquier cosa por ellos”. A medida que la reunión seguía, Nixon dijo a Kissinger y Connally: “quizás deberíamos encontrar un lugar para golpear a alguien en el trasero”.

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Luego los tres discutieron sobre Salvador Allende, transformando su esfuerzo por evitar una confrontación con Washington en una suerte de esquema deliberado:

Nixon: Oh, maldita sea, John, [Allende] es inteligente.

Kissinger: …muy inteligente.

Nixon: Es cierto.

Connally: Muy inteligente.

Kissinger: Entonces—

Connally: Incluso muy duro.

Kissinger: —Mirando el registro, él—esto debe servir a su propósito de que no haya enfrentamiento [con EE.UU.].

Nixon: Eso es correcto.

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Sólo unos meses más tarde, luego de que Allende decidiera crear un “impuesto al exceso de ganancias” a las compañías mineras Annaconda y Kennecott y no pagar compensaciones por nacionalizar sus minas, el 5 de octubre de 1971 Nixon dijo a Kissinger: “He decidido remover a Allende”. Connally puso entonces el tema de un golpe: “…y lo único que usted puede esperar es tenerlo derrocado y, en el intertanto, usted puede lograr su punto para probar, a través de sus acciones en su contra… que lo que está cuidando son los intereses de Estados Unidos”. Para Nixon, Estados Unidos había finalmente encontrado “un tipo al que podemos golpear”. Urgió a sus asesores a “entregarnos un plan. Los voy a golpear”.

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“Todo vale en Chile. Golpeen sus traseros, ¿ok?”, instruyó Nixon a Kissinger al final de la reunión. “De acuerdo”, respondió Kissinger.

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El asesinato de Pérez Zujovic

El 8 de junio de 1971, el ex ministro del Interior Demócrata Cristiano, Edmundo Pérez Zujovic, fue acribillado en un descarado asesinato político. En Chile, su asesinato evocó el reciente recuerdo del golpe respaldado por la CIA en contra del comandante en jefe chileno René Schneider, menos de nueve meses antes, cuando la CIA había intentado bloquear el juramento presidencial de Allende creando un “clima de golpe”. En Washington, la transcripción de las cintas desclasificadas revelan que Nixon, Kissinger y el más alto asesor de la Casa Blanca, H.R. Haldeman, tenían un interés particular en la reacción chilena al asesinato de Pérez Zujovic y se les puede escuchar bromeando sobre la situación:

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Kissinger: Los hijos de puta nos están culpando a nosotros.

Haldeman: ¿Culpando a la CIA? [risas]

Kissinger: Están culpando a la CIA

Nixon: ¿Y por qué demonios lo habríamos asesinado?

Kissinger: Bueno, primero, no pudimos. Estamos—

Nixon: Sí.

Kissinger: La CIA es muy incompetente para hacerlo. Recuerde—

Nixon: Seguro, esa es la mejor parte…

Kissinger: —Cuando trataron de asesinar a alguien, tomó tres intentos—

Nixon: Sí.

Kissinger: —y después de eso vivió tres semanas.

Aquí, Kissinger parece estar refiriéndose, y por primera vez realmente admitiendo, al rol de la CIA en el asesinato del general Schneider. Después de varios intentos abortados de un grupo de militares en retiro y oficiales activos que habían recibido armas y fondos de la CIA, Schneider fue interceptado y le dispararon camino al trabajo el 22 de octubre de 1970. Murió tres días más tarde -no tres semanas, como decía Kissinger-, producto de las heridas.

De acuerdo a las grabaciones, la conversación giró luego hacia cómo la administración Nixon podía transformar el asesinato en una oportunidad para golpear a Allende. El gobierno de la Unidad Popular, informó Kissinger al Presidente, había usado el asesinato de Pérez Zujovic para “imponer le ley marcial y para realizar un fuerte ataque contra nosotros”. La respuesta del Presidente: “Entonces vamos a darle—dejémosle que lo sientan”. Como era de esperar, Kissinger estuvo de acuerdo. “Creo que debemos usarlo como un pretexto”. Más adelante en la conversación, Nixon y Kissinger infirieron que la gente de Allende estaba detrás del asesinato como una maniobra política para ayudar a consolidarlo; estuvieron de acuerdo en que “el asesinato prueba” que Allende estaba “avanzando hacia un gobierno de un solo partido lo más rápido posible”

“Creo que este tipo está tomando el dominio completo de ese país”, declara incorrectamente Nixon. “Déjenme decir que en todas las futuras acciones hacia Chile prefiero la línea más dura”.

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Desafortunadamente para el bien de la historia, al momento en que Allende fue derrocado el 11 de septiembre de 1973, Nixon ya había apagado su grabadora del Salón Oval. En julio de ese año, durante las dramáticas audiencias del caso Watergate en el Congreso, un asesor de la Casa Blanca reveló la existencia del sistema de grabación secreto. El Congreso inmediatamente exigió que la Casa Blanca entregara todas las cintas; Nixon reclamó “privilegio ejecutivo” y se negó. Sólo después de que la Corte Suprema sentenciara que no podía esconderlas más de las autoridades legales, el Presidente entregó las cintas. Éstas revelaron que había mentido sobre su rol en el “asalto” a la sede del Partido Demócrata en el edificio Watergate, lo que forzó su posterior renuncia.

Sin embargo, otro sistema de grabación secreto no fue detectado y se mantuvo operativo: el de Henry Kissinger. El 16 de septiembre de 1973, el sistema de grabación de Kissinger registró su primera conversación telefónica con Nixon después del golpe en Chile. Su conversación (desclasificada por petición de mi organización) captura sus actitudes mientras un régimen verdaderamente fascista consolidaba el poder a través del derramamiento de sangre en Chile:

Kissinger: La cosa en Chile se está consolidando y por supuesto los periódico están balando porque un gobierno pro comunista fue derrocado.

Nixon: ¿No es eso algo? ¿No es eso algo?

Kissinger: Quiero decir en vez de estar celebrando—en el periodo de Eisenhower habríamos sido héroes

Nixon: Bueno nosotros no—como sabes—nuestra mano no aparece en ésta siquiera.

Kissinger: Nosotros no lo hicimos. Quiero decir que los ayudamos. [referencia a la CIA borrada] creó las mejores condiciones posibles.

Nixon: Eso es correcto. Y esa es la forma en que se va a jugar. Pero escucha, mientras la gente está preocupada, déjame decir que no se van a comprar esta basura de los liberales esta vez.

Kissinger: Absolutamente no.

Nixon: Ellos saben que es un gobierno pro comunista y así son las cosas.

Kissinger: Y pro Castro.

Nixon: …Olvidémonos de lo pro comunista. Era un gobierno anti americano durante todo el tiempo.

*NOTA: En los diálogos, los guiones largos (—) al final de una frase denotan interrupciones, mientras que cuando aparecen en el medio de una frase significa que uno de los interlocutores recomenzando una frase o una oración incompleta.

Todas las grabaciones pertenecen al sitio nixontapes.org

*Peter Kornbluh es autor Pinochet: Los Archivos Secretos. (Barcelona: 2004) Dirige el “Chile Documentation Project”
en la organización sin fines de lucro National Security Archive en Washington D.C.

 

 

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