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LA MALDAD MISMA: EN UN ATAÚD DESCUBREN POR CASUALIDAD DOS DETENIDOS DESAPARECIDOS: UNO DE ELLOS SERÁ SEPULTADO 45 AÑOS DESPUÉS DE SU CRIMEN EJECUTADO POR CARABINEROS

09.08.2019 10:22

La maldad misma: en un ataúd descubren por casualidad dos detenidos desaparecidos: uno de ellos será sepultado 45 años después de su crimen ejecutado por carabineros 

 

Este sábado se realizará en Penco el funeral de Arturo Villegas Villagrán, quien por los últimos 45 años permaneciera en calidad de detenido desaparecido.

El hallazgo de los restos del militante del Partido Socialista se realizó por casualidad, cuando el 2015 el ministro para causas por violación de derechos humanos, Carlos Aldana, exhumó la tumba de Mario Ávila Maldonado, en donde fueron encontradas además osamentas que se determinó eran de Villegas Villagrán.

Villegas fue ejecutado a mansalva por Carabineros tras su detención el 18 de septiembre de 1973. Están cumpliendo penas de cárcel cuatro carabineros en retiro y dos civiles, respecto de quienes sus abogados defensores han señalado que al acreditarse que el desaparecido fue asesinado la justicia debería revisar sus condenas.

A un mes y medio de que se dispusiera la entrega de los restos, se informó que a las 10.30 horas del sábado el féretro de Arturo Villegas será trasladado hasta la Iglesia de Penco, frente a la plaza, donde al mediodía se oficiará una misa, para que una hora después sus hijos lo sepulten en el Cementerio Parroquial de la comuna.

Asesinado por carabineros

Arturo Villegas era casado, padre de 6 hijos y militante socialista. Fue obrero de la Fábrica Nacional de Loza de Penco y también dirigente sindical. El 18 de septiembre de 1973 fue detenido en su hogar, por carabineros de la Comisaría de Penco. Desde entonces no se tenían noticias de su paradero.

Su familia lo buscó incansablemente, sin obtener respuesta. Hasta que en marzo de 2015, el ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción para causas de derechos humanos, Carlos Aldana, dispuso la exhumación de la tumba de Mario Ávila Maldonado, también militante socialista, y que estuvo detenido con Villegas en el cuartel policial. El 27 de noviembre el cuerpo de Ávila fue encontrado en el sector de Quebrada Honda, en el camino entre Lirquén y Tomé.

Fue sepultado en el cementerio de Penco, de donde fue exhumado por instrucción del ministro Aldana. En el ataúd, además de los restos de Avila, se encontraron osamentas de otra persona. Finalmente, y tras las pericias realizadas en el Servicio Médico Legal se pudo confirmar que pertenecen a Arturo Villegas.

Es así como este fin de semana y después de una espera de 45 años, su familia podrá darle sepultura. Este viernes le serán entregados los restos, que serán velados en Penco, en la casa donde vivió.

A las 10:30 horas de este sábado, será trasladado hasta la Iglesia de Penco. 

* Cambio21

EDITORIAL: LA NOCHE QUE MURIÓ EL MAMO

07.08.2019 10:10

Editorial: La noche que murió el Mamo

 

Al Paraíso no te lleven los ángeles; 

y a tu llegada te reciban tus mártires

 

El viernes 7 de agosto llovió casi todo el día, pero a las 22.20 horas, cuando según el comunicado oficial del Ejército de Chile, Comando de Salud, “falleció el paciente JUAN MANUEL GUILLERMO CONTRERAS SEPÚLVEDA”, paró de llover. La radio, la televisión y la web, lo dejaron todo de lado para volcarse a la noticia. 

Los canales se llenaron de programas especiales, preparados de antemano, con la historia de sus distintas canalladas. Salvo uno que otro desadaptado de las redes sociales, nadie osó defenderlo. Hubo gente que se reunió a festejar en las puertas del hospital donde había muerto. “Es carnaval/ es carnaval/porque murió el criminal!” cantaban en Plaza Italia. Buena parte de los celebrantes habían sido víctimas suyas. Torturados o deudos. 

Escarmentó, asesinó, tiró cuerpos al mar, y jamás dio muestras de arrepentimiento. Pepe Zalaquett, a quien nadie puede acusar de exagerado o vociferante, y que de violaciones a los Derechos Humanos sabe, dijo que consideraba al Mamo “un monstruo”. Con excepción de sus hijos, no hubo quién lamentara su muerte, porque de un personaje así, se supone, es mejor que la humanidad prescinda. Causó tanto dolor, que nada en él se echa de menos. 

Morir así debe ser espantoso. A Pinochet por lo menos lo fueron a despedir unos cuantos cómplices leales, pero de Manuel Contreras arrancaron como de la lepra. Unánimemente, los políticos de derecha llenaron sus bocas de condenas para ese pervertido que había sido el mastín del gobierno en que participaron. 

Manuel Contreras no actuó solo: conversaba con el dictador, lo admiraba la primera dama, tuvo su propio cuerpo de generales y de soldados, lo dejaban pasar los policías, ningún tribunal lo juzgaba, discutía con Jaime Guzmán, la alta burguesía agradecía el orden recuperado sin entrar en detalles, porque para eso están los malos, y ellos no se mezclan con los malos. La clase alta entera durmió tranquila gracias a ese Mamo exterminador. 

“Antes de la batalla teníamos miedo y queríamos que alguien nos salvara de perecer en ella”, reconoció Hermógenes. Colaboraron con él el periodismo que lo encubrió y todos esos que dijeron un día, cuando aparecía un comunista muerto, “algo habrá hecho”. Esos a los que les gustó la transformación económica, pero no que se violaran los derechos humanos, y así justificaron su apoyo a la dictadura, hasta el último día. Pero bueno… para no hablar de esto es que nos reconciliamos. 

El asunto es que pasada la medianoche volvió a llover, y lentamente comenzaron a retirarse los festejantes después de bailar cueca, cantar y agitar banderas chilenas, porque el monstruo había muerto. Adentro, en el cuarto mortuorio, solo quedaban sus vástagos. Pasadas las tres de la madrugada, cuando la tormenta volvió a caer furiosa sobre Santiago, lo depositaron en una urna de la funeraria Carrasco Hermanos y lo montaron a la fuerza en un auto particular de color blanco, para que nadie pudiera escupirlo. 

Atravesaron Santiago vacío bajo una lluvia inclemente, hasta llegar al crematorio del Cementerio Católico. Alguien tan odiado no puede tener tumba (tampoco Pinochet), de modo que a eso de las 4 lo vistieron con la tenida de gala del ejército, y así, disfrazado de gloria y despreciado, entre gallos y medianoche, lo quemaron. Terminó de arder a las 6am, antes de que amaneciera. Estremece pensar en una muerte así. ¡Qué soledad más grande! 

* Patricio Fernandéz - The Clinic (13 agosto 2015)

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