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FUERZAS ARMADAS: MATANDO Y ROBANDO A CHILE

30.10.2018 02:47

Fuerzas armadas: matando y robando a Chile

Las Fuerzas Armadas de Chile son las mismas de siempre. Un ejército que asesinó siempre a su pueblo por pedido expreso de la clase dominante para salvar el alma de la patria y los sagrados intereses.

Desde que dispararon a tantos miles de hombres, mujeres y niños indefensos, sin armas, pobres, en la Escuela Santa María de Iquique, dejando a más de tres mil botados en los patios de aquel lugar, se da comienzo a todo un largo listado de muertos en otras tantas masacres obreras/campesinas/estudiantiles cometidas por los uniformados. Han actuado igual de la misma forma siempre. Los caídos son los pobres exigiendo derechos para una vida digna.

Los uniformados son pagados. Reciben un sueldo que es dinero fiscal y están siempre subordinados a los grupos económicos que los llaman para matar, cuando hay que cuidar la paz social y los intereses de la burguesía; entonces se hacen rutina los viajes a los cementerios para enterrar a los maltratados.

Los militares chilenos han tenido suerte

En muy pocas ocasiones los militares chilenos se han tenido que enfrentar a una fuerza en algo parecida a ellos que les dispute su hegemonía, y de esas hazañas/victorias militares viven a expensas. Las han instalado en toda la sociedad en conjunto con los sectores políticos que más la han utilizado, que los uniformados son una necesidad, un asunto fundamental en el país, sector indispensable/imprescindible para guardar la soberanía, mantener el territorio, y defender a la población de cualquier ataque extranjero.

Los militares chilenos han actuado siempre con ventaja por el poder de las armas y las utilizaron para asesinar y romper la institucionalidad, así de cobardes.

Siempre existirá la posibilidad de una guerra al ser esta la continuación de la política por otros medios como afirma Klausevich, pero también está el espacio donde las grandes empresas de armamento las apuran para obtener gigantescos beneficios. En la actualidad hay diferentes guerras en el mundo, y muy pocos conocen realmente las causas de aquellos enfrentamientos.

La dictadura militar chilena de Pinochet y sus secuaces no es una victoria militar, ni política, ni económica, fue sencillamente un violento acto de venganza masiva como respuesta a la victoria de un proyecto con mayoría popular, donde la clase dominante no tendrían la posibilidad de seguir usufructuando de tantos beneficios que en diferentes gobiernos anteriores a 1970, le había regalado la burguesía benefactora.

El ataque a La Moneda no es una victoria militar, es una foto a la cobardía, a la traición y la falta de valentía/nobleza militar que no tienen los que se dicen que son.

La dura realidad de país en los tiempos actuales deja en evidencia que las Fuerzas Armadas siguen siendo las mismas, nada ha cambiado en su interior y de forma regular se siguen manteniendo los mismos contenidos que desde las escuelas norteamericanas alimentan la estructura ideológica que las clases privilegiadas necesitan. Todo es tan así, que a pesar de los cambios de presidentes en los Estados Unidos los contenidos militares y las relaciones entre los ejércitos con la CIA y el pentágono, mantienen las mismas características.

En los pulcros pasillos de los institutos militares se sigue predicando que el comunismo está vivo y es una amenaza latente para la cual se debe estar preparado siempre. La guerra fría está viva porque la alimentan como una necesidad, absurdo pretexto. Esa vieja monserga se mantiene para que existan segmentos de nulo aporte a la realidad con que se construye un país con un elevadísimo costo pagado con dineros fiscales.

Ahora, además del conocido historial de criminalidad de los militares, se le debe agregar el calificativo de ladrones y corruptos, asunto que también es financiado con dineros de todos los chilenos.

Cuánto es el poder que realmente ejercen los uniformados sobre la clase política gobernante al no conocerse ningún intento/proyecto/voluntad de acercar a la civilidad a los que se hacen temer por el uso privilegiado de las armas. En la memoria colectiva quedó instalado el Terrorismo de Estado, el uso de la violencia indiscriminada junto a los más horrendos crímenes que conoció Chile y estremecieron al mundo.

No es éticamente aceptable que unos cuantos miles de uniformados reciban recursos en pensiones y prebendas más que millones de pensionados, hombres y mujeres todos ellos trabajadores. Cómplices son aquellos que ayudan a mantener los beneficios y medallas para con los militares condenados por crímenes de Lesa Humanidad. Todos los gobiernos han prometido revisar las pensiones y beneficios de los criminales uniformados, finalmente nada, el miedo los consume, el pánico los embarga y ya sin principios navegan como peces de ciudad que perdieron las agallas como escribe Sabina.

La guerra real, la de todos los días, son los millones de chilenos que trabajan para vivir, es el combate diario con enemigos bien definidos, el capital competitivo, y los grandes grupos empresariales quienes gozan de los mayores beneficios; como ejemplo basta la avaricia y el poco pudor de las AFP, convertido en un robo/delito/agresión/asalto económico para millones de chilenos, el dinero que hace más ricos a los ya extremadamente ricos.

Saber marchar y nada más

Muy tímidos son los pronunciamientos sobre dar inicio, falta de voluntad, asunto de poca importancia a un proceso indispensable como es la democratización de las Fuerzas Armadas. Nadie levanta la voz en el parlamento. Nadie pide que algo se haga para detener el robo y la corrupción nunca antes conocida entre los militares.

Valorable es la mención que lentamente circula en la necesidad de establecer un escalafón único, pero los asuntos van más allá que unas cuantas medallas y galones.

Chile tiene un modelo de educación superior universitario que perfectamente puede ser utilizado para los que opten por la carrera militar en su formación humanista, histórica, científica. Nadie podría discutir que hay aspectos de la carrera militar que debe ser en sus propios institutos armados.

Pero relacionando a los uniformados con la civilidad se asegura mejorar y elevar en algo la precariedad y limitada relación uniformada con las ideas, conocimiento y avances del mundo, la sociedad y los hombres para los siguientes decenios.

Un país en estas condiciones, con las actuales Fuerzas Armadas convertidas en forajidos, yendo por los cuarteles con patente de corso, un país entero con las manos arriba mientras el robo rejuvenece a los viejos estandartes pidiendo les aplaudan las botas brillantes con banda de música, Chile no será país serio, así asustado, con miedo, pero especialmente con autoridades mediocres y parlamentarios chiquitos como luces de un día.

* El Clarin de Chile - Pablo Varas

ANA GONZÁLEZ DE RECABARREN, LA VOZ QUE NADIE PUDO APAGAR

30.10.2018 00:44

Ana González de Recabarren, la voz que nadie pudo apagar

“¡Compañera Ana González, presente!” Ese fue el clamor que este viernes marcó la marcha número 108 de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), actividad que cada viernes se realiza a las 13:00 horas frente al Palacio de La Moneda.

Ese grito no fue casualidad, por el contrario, con ello la organización buscaba homenajear a Ana González, cofundadora de la AFDD, quien falleció, este viernes, a los 93 años.

La información sobre su muerte no tardó en difundirse a través de redes sociales. Allí su nieta, Lorena Díaz, señaló que González había fallecido luego de pasar por una serie de vejaciones por parte de las instituciones de salud.   

“Mi abuela Ana está internada en el Barros Luco, en urgencia, y como no hay camas la dejan hospitalizada en la camilla de la ambulancia. Por la cresta, cero dignidad para nuestros viejos”, escribió el miércoles pasado en su Twitter.

Finalmente la activista, luego de ser trasladada al Hospital San José, falleció producto de una insuficiencia respiratoria.

Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), lamentó la muerte de González. Según comentó, este hecho sólo puede evidenciar cómo los familiares de las víctimas de la dictadura han fallecido sin poder conocer qué pasó con sus seres queridos.

“Todas y todos se van sin saber qué pasó con sus familiares durante dictadura. Por lo tanto, su muerte nos provoca una gran tristeza”, dijo.

Por su parte, el músico Roberto Márquez manifestó que la muerte de Ana González no puede sino generar vergüenza: “Eso siento: mucha vergüenza, una pena inmensa por Anita, quien luchó toda su vida, porque buscó por muchos años a sus familiares, pero creo que seremos muchos los que vamos a seguir buscando por ella, los que vamos a dar hasta el último aliento buscando a nuestros desaparecidos”.

Así, la noticia no dejó indiferente a ningún sector: “Hasta siempre, querida Ana González. Chile te recordará por tu gran valentía y por tu incansable defensa de los Derechos Humanos y justicia”, declaró la ex presidenta Michelle Bachelet.

Mientras, el alcalde Daniel Jadue dijo: “Triste partida de Ana González, bella luchadora por los derechos humanos, quien a sus 93 años nos deja sin haber encontrado a su marido, dos hijos y su nuera embarazada, todos detenidos desaparecidos”.

Una labor incansable

Ana González nació en 1925 en la oficina salitrera El Toco, cercana a Tocopilla. Más tarde, se trasladó junto a su familia a una población de Renca. Luego, cuando tenía 17 años, comenzó a militar en el Partido Comunista. Sin embargo, a principios del 2000 dejó la militancia.

Pese a ello, su relación con el PC se mantuvo vigente hasta el último minuto. Tanto así, que en una entrevista publicada en 2014 por The Clinic, señaló: “Y yo tampoco dejé de ser comunista, porque la convicción es de un sistema socialista”.

Durante dictadura debió enfrentar la desaparición de su esposo, Manuel Recabarren, y la de sus dos hijos, Luis Emilio y Manuel. También, debió vivir la desaparición de su nuera, Nalvia Mena, quien al momento de ser capturada se encontraba embarazada. (Recientemente el caso de Ana González fue revivido por la serie Historia necesaria).

Tras la detención de sus familiares, Ana González se unió a Sola Sierra, Mireya García y Viviana Díaz. Incluso, en el marco de esta lucha, participó en una huelga de hambre que se realizó en la sede de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

En 2011 estuvo nominada al Premio Nacional de los Derechos Humanos de Chile, que finalmente recayó en Viviana Díaz. Luego, en 2013, fue homenajeada por la Nueva Mayoría por su defensa de los derechos humanos.

No obstante, pese a los reconocimientos, González continuó siendo crítica respecto de cómo fueron abordadas las causas de DD.HH. Así, en una entrevista al diario El País, en el marco de la conmemoración de los 45 años del Golpe de Estado dijo: “El país está como lo pensó Pinochet. Cuando dicen ‘le ganamos a Pinochet’… Pienso que no es verdad. No le ganamos. Seguimos divididos y los luchadores de antes se recogieron a sus casas”.

“Para eso fue la dictadura: para silenciar al pueblo que había ganado su libertad. Pero confío en los jóvenes de hoy”.

El caso judicial

Ana González, luego de que sus familiares fueran detenidos, acudió a la Vicaría de la Solidaridad. Allí, el 30 de abril de 1976 interpuso un recurso de amparo en la Corte de Apelaciones de Santiago. Un año después, el tribunal sobreseyó definitivamente la causa, pero en 1978 la Corte debió retroceder y declaró el sobreseimiento temporal del caso.

El cambio más rotundo de la investigación vino en democracia, cuando Pinochet fue detenido en Londres. Entonces, el caso comenzó a ser investigado por el Ministro en visita Leopoldo Llanos, quien finalmente condenó a 19 ex miembros de la DINA por su responsabilidad en delitos de secuestro calificados de diversos detenidos desaparecidos, entre ellos, Manuel Segundo Recabarren Rojas, Manuel Guillermo Recabarren González, Luis Emilio Recabarren González y Nalvia Rosa Mena Alvarado.

Según el dictamen, las víctimas habrían pasado por Villa Grimaldi. *

 Radio U de Chile

 

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