A48 años del golpe de Estado militar que derrocó al Gobierno de Salvador Allende en Chile, el 11 de septiembre de 1973, el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense ha publicado este viernes documentos inéditos que revelan la colaboración que prestó Australia a la CIA para apoyar la intervención de Estados Unidos en Chile. En 1971, en los primeros meses de la Administración socialista, el Servicio de Inteligencia Secreto de Australia (ASIS), a petición de la CIA, abrió en Santiago de Chile una oficina secreta para llevar adelante “operaciones de espionaje clandestinas”, en una nueva muestra “del esfuerzo multinacional para desestabilizar al Gobierno” de la Unidad Popular.
A la capital chilena llegaron equipos y agentes australianos encubiertos que, con el apoyo de informantes chilenos, presentaron informes de inteligencia sobre Chile directamente en la sede de la CIA en Langley, Virginia. Los espías terminaron de salir completamente del país sudamericano solo tras la intervención militar que dio origen a 17 años de sangrienta dictadura liderada por Augusto Pinochet, marcada por la muerte, desapariciones y torturas.
“Después de 50 años, seguimos aprendiendo sobre la historia encubierta de operaciones clandestinas contra el Gobierno de Allende”, asegura a EL PAIS Peter Kornbluh, analista sobre Chile en el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense, que ha desclasificado los documentos del ASIS. Tras la detención de Pinochet en Londres en 1998, el Gobierno estadounidense, entonces presidido por Bill Clinton, empezó a publicar papeles hasta entonces desconocidos relativos al golpe militar que acabó con Allende. El Archivo de Seguridad Nacional, con sede en Washington, desde esa fecha ha divulgado sus hallazgos de manera intermitente.
Fue en el último trimestre de 1970, justamente cuando asumió el Gobierno de la Unidad Popular, cuando la CIA pidió ayuda a Australia, de acuerdo a los cables, informes y memorándums australianos. Fue el ministro de Relaciones Exteriores del Partido Liberal, William McMahon, el que autorizó la operación en diciembre de 1970 para abrir la estación secreta del ASIS en la capital chilena, lo que se concretó en los meses siguientes. “XXX informa que nuestra caja fuerte y máquina de escribir llegarán a Valparaíso aproximadamente el 11 de septiembre y será entregada a XXX dentro de una semana”, señala un informe australiano de mediados de 1971, que borra los nombres de los agentes involucrados en la operación clandestina.
Los documentos de Australia se centran en los aspectos prácticos del establecimiento de la oficina secreta en Santiago de Chile, como la dotación de personal y la administración la estación de inteligencia (informes de gastos mensuales, arreglos de la vivienda, métodos de comunicación, inspecciones de seguridad, entre otros). Los papeles dejan al descubierto numerosas solicitudes de autorización para adquirir equipos, como cajas fuertes, cámaras, material de oficina y vehículos para el trabajo de los espías de ASIS en la capital chilena. Pero el material de Australia, que se desclasifica gracias a los esfuerzos de Clinton Fernandes, exanalista de inteligencia del Ejército australiano que busca la liberación de los documentos, contiene pocas revelaciones sobre los detalles de las operaciones encubiertas, el material de inteligencia recopilado o los enlaces con la CIA en Chile. “Estas secciones de los registros están completamente censuradas”, asegura el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense.
En los días en que se establecía la oficina secreta de Australia en Chile a petición de la CIA, por ejemplo, los australianos recomendaban a sus agentes encubiertos comprar un coche escarabajo de la alemana Volkswagen “de color gris claro o beige” con un coste estimado de 1.800 dólares. Los espías tenían a su disposición al menos un segundo vehículo, un Fiat 600. Cuando la estación de los australianos cerró sus operaciones y se deshizo de sus bienes en la capital chilena, un nuevo cable informó de que este automóvil había resultado dañado en medio de los enfrentamientos “entre facciones opuestas durante los disturbios en Santiago”. Los australianos, sin embargo, recuperaron lo invertido: “El vehículo se vendió a un precio más alto de lo que pagamos originalmente”, informa uno de los documentos sobre el Fiat.
Los agentes del ASIS contaron con la ayuda de informantes chilenos y presentaron informes de inteligencia directamente a la CIA, en su sede de Langley, Virginia, dado que la Administración de Richard Nixon llevaba adelante una agresiva estrategia de hostilidad y presión contra el Gobierno de Allende. Pero después de al menos 18 meses de operaciones, el nuevo primer ministro del Partido Laborista, Gough Whitlam, que asumió el cargo en diciembre de 1972, ordenó al director del ASIS cerrar las operaciones de Chile. Los cables informan de que Whitlam estaba “inquieto” por la participación de Australia porque si la operación se llegaba a conocer, “resultaría extremadamente difícil justificar nuestra presencia”, según un memorando de una conversación entre Whitlam y el que era director del ASIS, general William Robertson.
En otro de los documentos desclasificados se indica que el primer ministro de Australia era “muy consciente de la importancia de esta [operación] para los estadounidenses y que estaba sumamente preocupado de que no interpretaran su decisión como antiestadounidense…. Dijo que le preocupaba mucho que los estadounidenses no creyeran que él, personalmente, desaprobaba lo que estaban haciendo en Chile y que apoyaba a Allende”. Los informes dejan al descubierto el nerviosismo de Whitlam ante el cierre de su oficina secreta en Santiago. De acuerdo a otro de los cables desclasificados, el primer ministro estaba muy preocupado de que la CIA interpretara esta decisión “como un gesto hostil hacia Estados Unidos en general o hacia la CIA en particular”.
Los papeles australianos desclasificados este viernes por el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense muestran que la oficina de espionaje fue cerrada en torno a julio de 1973, dos meses antes de la intervención militar, “aunque, según los informes, un agente del ASIS permaneció en Santiago hasta después del golpe militar del 11 de septiembre”. Un cable desde la capital chilena informa al cuartel general en Australia de que todos los registros habían sido destruidos. “La estación se ha cerrado como estaba previsto”, indica un documento.
Los papeles fueron desclasificados por Australia por las consecutivas peticiones de libertad de información presentadas por Fernandes, exanalista de inteligencia del Ejército australiano y profesor de Estudios Internacionales y Políticos en la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Canberra. Fue Fernandes el que presionó a su Gobierno para desclasificar los archivos sobre operaciones secretas del ASIS en Indonesia, Camboya y Chile. “Muchos australianos tendrían derecho a expresar una preocupación legítima si ASIS fuera expuesto por haber cooperado con la CIA para derrocar al Gobierno democráticamente elegido de Chile dirigido por el presidente Salvador Allende”, argumentó el profesor Fernandes en un escrito legal presentado al Tribunal Administrativo de Apelaciones de Australia en mayo de 2021. A su juicio, la transparencia fortalecería la democracia australiana, a diferencia de lo que defiende su Gobierno, que estima que, aunque haya transcurrido medio siglo, cualquier divulgación de documentos todavía “dañaría” las relaciones internacionales de Australia, de acuerdo al Archivo de Seguridad Nacional.
Fue en junio pasado cuando, en una audiencia a puerta cerrada, funcionarios del Gobierno de Australia proporcionaron a Fernandes varios cientos de registros relacionados con la apertura, administración y cierre de la estación del ASIS en Santiago, entre 1970 y 1973. Estaban, sin embargo, fuertemente censurados, informa el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense. En los papeles, por ejemplo, se hace referencia al ASIS con el nombre en clave MO9.
Los documentos a los que tuvo acceso Fernandes, sin embargo, confirman detalles de las operaciones encubiertas de Australia en Chile que se filtraron a la prensa y aparecieron a lo largo de los años en los testimonios de exfuncionarios australianos. Luego del episodio de Chile, el primer ministro Whitlam solicitó a la Comisión Real de Inteligencia y Seguridad una investigación de todas las actividades de inteligencia australianas, que terminó en un informe secreto de ocho volúmenes, escrito por el juez Robert Hope. La investigación incluía un relato detallado de las operaciones en Chile, parte de las cuales se filtraron a la prensa. En 1977, cuando Whitlam era líder de la oposición, reconoció brevemente las operaciones de Chile en el Parlamento. “Se ha escrito, no puedo negarlo, que cuando mi Gobierno asumió el cargo, el personal de inteligencia australiano todavía trabajaba como apoderados y nominados de la CIA para desestabilizar al Gobierno de Chile”, admitió Whitlam, fallecido en 2014.
Australia ha logrado mantener en secreto la mayoría de los detalles sobre las operaciones de la CIA en Chile del ASIS. “El Gobierno australiano insiste en el secreto para evitar tener que admitir ante el público australiano que ayudó a destruir la democracia chilena”, según Fernandes. Actualmente, un tribunal australiano delibera si debe obligar al Gobierno a publicar estos registros históricos sobre Chile.
*Orlando Lagos y Rocío Montes, Santiago de Chile 2021- El País.com