Fernando Chávez
  ¡ Presente !

 

"Héroes y mártires del GAP."

Con profundo dolor y consternación recibí la terrible noticia del fallecimiento de Fernando. Para mí no fué Mario porque yo no pertenecí al Dispositivo de Seguridad del compañero Allende. Para mí fué mi compañero de ruta en nuestro viaje por el infierno.

Compartimos junto a miles la tortura y la prisión en el Estadio Nacional. 

Desde allí sacados y trasladados, a comienzos de noviembre de 1973, en un viaje de terror hacia Chacabuco, en el desierto chileno, tierra del salitre y cuna del movimiento obrero chileno. 

Allá continuó nuestro sufrimiento lleno de sadismo y maltrato. Teníamos la convicción de que desde allí no saldríamos con vida. Fuimos de los primeros en llegar y de los últimos en ser trasladados después de un año, tiempo en que funcionó Chacabuco como campo de concentración.

A mediados de octubre de 1974 fuimos trasladados al campo de concentración de Puchuncaví, o Melinka, en la Quinta Región. Y en este campo de concentración, ocurrieron dos hechos que yo creo que marcaron a Fernando de manera especial. Un día, en la formación de costumbre, se leyó una lista con prisioneros que, junto a otros compañeros confinados en otros campos de concentración, completaban un listado de 100 presos politicos que la Junta Militar decidió expulsar de nuestro país “de por vida”, según la dictadura. En esa lista figurábamos también Fernando y quien escribe estas líneas.

Pocos días después, se presentaron unos agentes de la dictadura (con seguridad de la DINA), para tratar de sacar desde allí a Fernando. Le mostraron fotos de servicio, como integrante del GAP. Estaba identificado y eso significaba estar condenado al peor de los destinos, que no es difícil adivinar. Pero esa lista ya estaba en poder de la Cruz Roja Internacional, entre otras organizaciones, y había sido también publicada en la prensa oficial. Eso le salvó su vida. Pero fué amenazado de muerte y quizás este hecho explique en gran medida que Fernando nunca decidiera visitar Chile. Fueron momentos muy dramáticos para él.

A mediados de noviembre de 1974 fuimos trasladados a nuestro cuarto campo de concentración, Tres Álamos, en Santiago, lugar donde fuimos reunidos los 100 prisioneros que seríamos expulsados del país. Esos dos meses, desde esa fecha hasta mediados de enero de 1975, fueron una tortura sicológica permanente para Fernando. Temió que podía ser secuestrado por la DINA en cualquier momento, con cualquier pretexto.

El 14 de enero de 1975 fuimos sacados Fernando y yo desde Tres Álamos, rodeados por Carabineros, pero acompañados de cerca por la Cruz Roja Internacional y otros funcionarios, con destino al aeropuerto internacional chileno, y Estocolmo, Suecia. En el aeropuerto nos esparaban nuestros familiares para una despedida dolorosa, rodeados de policías apuntándonos, a la vista de los demás viajeros y mucha gente que presenciaba la escena.

Minutos después de despegar el avión de la SAS, el Capitán de la nave informaba que en ese momento dejábamos atrás el territorio chileno. Espontáneamente nos fundimos en un fuerte y prolongado abrazo, lleno de lágrimas, recuperábamos la libertad a 10 mil metros de altura. Fernando no volvería a pisar jamás su tierra querida, por la que estuvo dispuesto a ofrendar su generosa vida.

Minutos después, una azafata sueca se acercó hacia nosotros y en voz baja nos preguntó qué queríamos beber. Yo le respondí, también en voz baja, que nosotros no habíamos tenido tiempo de cambiar dinero en el banco por razones de fuerza mayor…a lo que ella respondió:

“sabemos perfectamente de donde vienen, nosotros les invitamos, el Capitán les da la más cordial bienvenida a Suecia. No se bajen en ninguna escala hasta llegar a Europa”. Esos gestos no se olvidan.

Un día después, con un frío intenso, en medio del invierno escandinavo, aterrizamos en Estocolmo. Nos esperaban funcionarios de gobierno. Nos costaba entender lo que habíamos pasado y visualizar nuestro futuro. Todo era nuevo. Al día siguiente viajamos a nuestro primer hogar en Suecia, el campamento de refugiados de la pequeña ciudad de Alvesta, en el sur de Suecia. Comenzaba nuestra lucha con una nueva vida, un idioma y culturas muy diferentes, pero sobretodo una lucha de por vida para curar nuestras heridas profundas y convivir con la pesadilla del infierno vivido. Las de Fernando eran muy grandes. Su sufrimiento siguió en este campamento y nos hizo temer por su vida.

Fernando se integró al trabajo y la vida de Suecia. Formó familia y trabajó duramente hasta el final, quizás como una forma de terapia. Y en su querida ciudad de Södertälje, al sur de Estocolmo se durmió para siempre el día 20 de octubre. Me consta que nuestro infierno lo acompañó siempre. Tenía a Chacabuco muy presente. Parte de su vida quedó en el desierto chileno. Como le expresé a su familia, y lo saben sus compañeros: sientan siempre orgullo de haber compartido la vida con este hombre sencillo y humilde, con un corazón enorme, que estuvo dispuesto a dar su vida por el ideal más hermoso que conoce la humanidad.

Mi homenaje a este combatiente del pueblo es mi promesa de seguir hablando y escribiendo por nuestros compañeros que ya no están y por los que no pueden hacerlo. Fernando estuvo en mis pensamientos al escribir mi libro-testimonio en sueco y está hoy más que nunca cuando escribo mi libro en castellano. Porque es también su testimonio!

Y algún día, cuando de verdad se abran en Chile las anchas Alamedas, de las que habló el compañero Allende, Fernando y todos los compañeros del GAP marcharán junto a Salvador Allende a la cabeza de nuestro pueblo liberado. Hoy vive y seguirá viviendo en cada lucha de nuestro pueblo por un Chile mejor.

Descansa en paz compañero Fernando Chávez!

Hasta siempre, compañero de sueños!

 

Jorge Contreras Alday

Sobreviviente junto a Fernando Chávez, de los campos de concentración del Estadio Nacional, Chacabuco, Puchuncaví y Tres Álamos.

Estocolmo, Suecia, octubre de 2013