ALEJANDRO FERNÁNDEZ, EL NIETO DE SALVADOR ALLENDE

07.07.2017 23:48

“Me gusta el Allende que se toma su vaso de whisky en la tarde, con los amigos”

Este jueves 26 de junio Alejandro Fernández por primera vez dio un discurso en honor a Salvador Allende para la comunidad latina de Auckland, en Nueva Zelanda, donde vive hace años. Al teléfono, cuenta que aún no sabe que escribir: no conoció a su abuelo y ha pasado buena parte de su vida recolectando historias sobre él. Es hijo de Beatriz, la más política de las hijas de Allende. Cuando él tenía 4 años ella se suicidó, incapaz de soportar la vida sin el líder de la UP y Alejandro quedó en Cuba, con su hermana a cargo de Mitzi Contreras, la hermana de la Paya, la más famosa amante de Allende. Creció bien cuidado y querido, pero con la presión social de ser el nieto varón de un ícono. Le costó años humanizar esa figura y a aceptar que no tenía por qué responde a las expectativas que toda la izquierda tenía en él. Alejandro se asumió gay y si ahora, por primera vez va a hablar en público, es porque ha aceptado quién es y también quién es Allende. Y pobre del que hable mal de su abuelo.

¿Tienes algo de tu abuelo?

Tengo una especie de medalla que se la pelé a mi abuela que dice “Partido Socialista de Chile, Congreso de Mujeres”. Eso es lo único porque si vas a mi pieza no hay nada de Allende. Hay sólo una tele, un closet y chao. Quizás es porque es un tema no resuelto y doloroso.

¿Cuándo empezaste a saber de él?

Siempre, porque en Cuba Allende era una leyenda y los cubanos lo querían y los chilenos en el exilio también. Pero entre ellos había una especie de resentimiento. Incluso, los cubanos increpaban a los chilenos porque habían dejado solo a mi abuelo en La Moneda. Les preguntaban “qué pasó el 11 de septiembre”. Yo estaba internado en una escuela que se llamaba “Solidaridad con Chile” donde había muchos hijos de refugiados políticos y me acuerdo que los nicaragüenses me decían que la escuela se debería llamar “Solidaridad con Nicaragua”. Había una especie de celo con Chile y yo estaba en el epicentro de algo…Era súper loco porque la gente te decía puras hueás como “tienes que sacarte súper buenas notas en honor a tu abuelo”. Pero a mí me cargaba la escuela y era seco para los torpedos, además de disléxico.

¿Había muchas expectativas sobre ti?

Mira, una vez estaba con un amigo que me dijo que tenía 5º dólares y en esa época tener dólares en Cuba era ilegal, pero este loco los tenía y quería comprar en un supermercado y para eso tenías que tener una tarjeta que él no andaba trayendo y yo sí, entonces fuimos a comprar puras hueas y vamos saliendo del súper y un paco culiao me dice “¿Dónde está el recibo?” y yo no podía encontrar el papel de mierda así que le digo “no sé” y nos lleva de vuelta al súper y llama al director de la hueá y le digo que había perdido el recibo y me toma la tarjeta y me dice “¿Tú eres familiar de Allende?”. “Sí, soy su nieto”. Entonces responde “sería una vergüenza que el nieto de Allende le esté robando a la revolución”…

¡No!

Ja, ja, ja. Yo quedé pa’ adentro y le dije que estaba haciendo una acusación muy grave porque no tenía pruebas. Entonces, fue donde la cajera y se confirmó que habíamos pagado, pero el paco igual nos agarró mala y nos llevó presos. Tres horas después mi papá me fue a sacar de la comisaría. Pero eso de “sería una vergüenza que el nieto de Allende le estuviera robando a la revolución” nunca se me olvidó porque es era el tipo de presión, ¿cachay? Era loco porque para mí él era una especie de concepto, no una persona con la cuál me pudiera relacionar. Yo rescate la figura del “allende abuelo” cuando llegue a Chile gracias a la Tencha y a la Isabel que me hablaron de él.

¿Qué te contaban?

Que era bueno para el helado, que era súper buen papá, que iba a la casa de una migo y le decía “oye, que linda la chaqueta” hasta que le terminaban regalando la chaqueta y si no, se la robaba literalmente, que era sibarita y yo también soy así. Era un Allende pícaro, padre de familia…

El año pasado, Gloria Gaitán dio una entrevista a The Clinic y contó que esperaba un hijo de Allende, un hijo que ella perdió y que Allende quería que fuera hombre para trascenderlo.

Yo nunca escuché sobre Gloria Gaitán y para mi esa historia fue una sorpresa. Así que la contacté vía Internet, porque quería escuchar de ella, otra idea sobre Allende. Me dijo que lo quería muchísimo y que fue muy duro para ella la pérdida de él y del hijo.

¿Se sorprendió con tu e-mail?

Se alegró porque yo la contacté por algo que vengo haciendo desde que nací: tratar de reconstruir quién fue Allende. Esa es mi búsqueda personal, una que no sólo hago a través de gente que lo conoció sino que a través de gente anónimo. Cuando voy a Chile, me hago pasar por una venezolano y empiezo a preguntarle a los taxistas, así como haciéndome el hueón “oye, aquí hubo un golpe militar” y escucho lo que dicen de la UP; aunque sea negativo o positivo, porque hay gente que adora a Allende y otra que te habla de las colas y de que Pinochet debió asesinar a todos los comunistas…

¿Qué respondes?

Nada, porque cuando estoy con mi personaje de venezolano es como ser otro, entonces, sólo escucho, pero yo, realmente, no puedo escuchar a nadie que hable mal de mi abuelo porque tengo una conexión emocional con él. Entonces, esto del venezolano es casi una experiencia sociológica porquepara mí Allende es una especie de obra en construcción, a la que todavía no le tengo una definición exacta porque hay muchos Allendes, no hay uno solo.

¿Cuál te gusta más?

Me gusta el Allende que se toma su vaso de whisky en la tarde con los amigos, el que siempre fue a ver ala Mama Rosa –que fue la persona que lo crió-, incluso con todo lo ocupado que estaba en la UP.

¿Hubieses preferido que el 11 no existiera?

Una de las cosas que aprendía es que es mejor aceptar las cosas que no puede cambiar. Me parece infantil decir “ojalá que esto no hubiese pasado”, porque eso pasó y uno tiene que seguir adelante.

Pero tu mamá se suicidó porque no soportó dejar a tu abuelo en La Moneda, solo. ¿No sentiste rabia?

Mi mamá ha sido un personaje recurrente en mi vida, pero era el Alejandro de los quince años el que la echaba de menos y le tenía rabia. Ahora yo estoy en paz con todo eso porque escuchar las historias de otra gente que ha sufrido, también me ha ayudado.

Alejandro, al medio de la foto, con corte de príncipe valiente, vestido de pionero cubano.

Viniste a Chile en los 90. ¿Qué te pareció este país?

Yo llegué con miedo. Decía “los milicos me van a agarrar en el aeropuerto y me van a torturar hasta que les de asco”. Porque Chile, para mí, era sinónimo de maldad y muerte. Pero al llegar tuve uno de los momentos más bonitos: cruzar la cordillera. Porque en Cuba los exiliados siempre hablaban de la cordillera, entonces cuando la vimos con mi hermana nos garramos de la mano, hasta que aterrizamos. La primera cara que ví fue la de mi tía Isabel, que estaba adentro del auto con mis primos esperándonos. Ahí me relajé porque no aparecieron los monstruos ja, ja… Pero igual fue como bajarse de la micro y decir “dónde estoy”, porque la realidad cubana y la chilena, no pueden ser más distintas. El Chile que yo conocí era una sociedad totalmente arribista, neoliberal, donde la gente estaba orgullosa de los edificios de cristal, de los malles, cuestiones que para mi eran tonteras y no indicadores de crecimiento. Me acuerdo que estuve perdido por años y me costó entender como funcionaban los partidos políticos, los poderes del estado. Además había mucha violencia. Se hablaba de la mujer metralleta y del grupo Lautaro y a mi me llamaba la atención cómo la derecha usaba estos temas para manipular las elecciones a través del miedo, de la delincuencia.

¿Dónde vivías?

En la población “Santiago” que está ubicada en General Velásquez al lado de la población “Los Nogales” y eran poblaciones bravas. Me fui a vivir con un amigo, el “Tato”, que había sido torturado a los 15 años frente a su familia. Obviamente, el 11 de septiembre quedaba la cagá en la pobla. Se hacían hogueras y se cortaba la luz. Algunas personas sabían que yo era el nieto de Allende y me decían: ¡compañero, ídolo! Eso me impactó y también me impactó la pasta base, el hambre y la solidaridad de la gente. Si alguien no tenía electricidad le tiraban un cordel para que se colgara, lo mismo con el teléfono. Era una especie de cadena de sobrevivencia. Estuve un año en la pobla y de ahí me fui a vivir con la Tencha a Providencia. Antes estuve con la Isabel Ropert – la hija de la Paya- en el Cantagallo, así que lo experimenté todo.

También te cambiaste del Arcis a estudiar periodismo en la universidad Andrés Bello.

Yo soy una persona de izquierda, pero también soy crítico, entonces, llegué de Cuba donde siempre te machacan lo mismo “que la revolución” y paré en el Arcis, que era súper buena, pero que estaba todavía con el fantasma del Lautaro, con la iconografía, con el discurso, yo yo te juro que quería escuchar algo nuevo. Por eso me cambié. En esa época, la Andrés Bello era una universidad más pluralista, aunque ahora me parece que está más UDI, y al tiro fui el cubano buena onda que podía andar con los hippies y fumar pito, con los de izquierda y también con los cuicos, de derecha. Me acuerdo que iba a estudiar a la casa de una amigas cuicas a Las Condes y preparábamos comidas ricas, tragos, y nos cagábamos de la risa porque yo podía adaptarme a esas personas porque eran muy humanas y producto de la sociedad en que crecieron, pero aparte de eso ellas eran excelentes personas. Por eso, no tuve ninguna contradicción: fueron mis amigas cuando pensábamos distintos. Es que yo estaba totalmente abierto a vivir esas experiencias.

¿Nadie se escandalizó por tu apellido?

Una vez una profesor dijo ya “vamos a hacer un homenaje al apellido de las madres” y empezó a pasar la lista, pero usando el segundo nombre y el apellido de la madre, hasta que llegó a mí y dijo “¡SALVADOR ALLENDE!”, porque yo me llamo “Alejandro Salvador Fernández Allende” y yo dije ¡“PRESENTE!” y hubo un silencio así como ¡guau!. Pero yo nunca hablé demasiado sobre mi vida para no tener que pegarle un combo a alguien. Porque yo no le iba aceptar ninguna hueá a ningún hueón.

Desde Chile, ¿cómo veías Cuba?

Quiero que quede claro: yo apoyo Cuba, soy un admirador de Cuba, pero tengo críticas y a medida que fui creciendo comencé a cuestionarme. Hubo un caso muy paradigmático cuando detuvieron a varios generales y uno de ellos, de apellido “De La Guardia” que al final lo acusaron de traición a la patria. El juicio fue una especie de circo que se mostró en la televisión. Ahí yo dije “aquí hay algo raro” y me tocó de cerca porque conocí al general porque estuvo en Chile durante la UP y a él lo fusilaron. Me dolió ene porque era amigo de la familia. Ya después viajé a México a ver a la Tencha y ella me incentivó a leer otra prensa. Ahí me empezó a molestar que en Cuba la gente no tuviera la oportunidad de tener otros partidos políticos, de salir, de leer. Que existieran presos políticos, eso era algo que no entendía.

¿Qué piensas de Fidel?

Que es una figura histórica. Tal vez la más importante de Latinoamérica. Lo admiro porque hizo una revolución socialista a 50 millas de Estado Unidos, pero no concuerdo con todo lo que piensa. Tampoco soy un revolucionario. Soy más bien de izquierda moderada, algo así como un “renovado” Igual tengo una relación muy afectiva con el MIR. Mi mamá Mitzi (hermana de Paya) era militante y me hablaba de este grupo que estaba “in” donde todos eran guapos, jóvenes, profesionales y estaban dispuestos a morir por construir una sociedad mejor. Lo encontraba súper atractivo. Siempre admiré a Miguel Enríquez. Yo leía harto sobre eso, pero después cuando llegué a Chile fui a ene protestas con mi hermana. Recuerdo que fui a una a Valparaíso cuando Pinochet volvió de Londres y tuvo el descaro de entrar al parlamento. Ahí quedó la cagada y aprendía lo que eran las bombas lacrimógenas porque las protestas en Cuba yo las veía como una realidad virtual. Y fue también donde conocí a un gallo, el Che de los Gays, que hacía una performance donde se paseaba con unas patas de chancho, pintado con rush, entre medio de la gente, y yo decía “puta que hueón más valiente” porque aunque la mayoría era de izquierda no significaba que no fueran homofóbicos.

¿Te costó decir que era gay?

Si porque Cuba era una sociedad bastante homofóbica. Sobre todo en el mundo revolucionario del que yo venía. O sea, gay, era una hueá que simplemente no podía pasar. Me acuerdo que halaba con Dios y le decía “ puta, me quitaste a mi mamá, mandaste a mi familia al exilio, mi abuelo ya no está y ahora la hueá de la homosexualidad:¡esto no!” Entonces hice un pacto de nunca más hablar con nadie de aquello. Me sentía bajo mucha presión, además tenía el apellido Allende, era súper difícil.

¿Tu viejo – que era revolucionario- cómo lo tomó?

Yo le conté a mi viejo porque llevé un compadre a la casa y él me preguntó si habíamos dormido juntos y yo le dije que si po, entonces para suavizarle las cosas le dije que era bisexual. Ahí me dijo, “déjame hablarlo con mi esposa”. Mi papá como buen cubano, se casó 5 veces y había trabajado en la policía. En ese tiempo se necesitaba permiso en Cuba para hacer fiestas y un día llegaron unas lesbianas a la estación de policía. Mi papá les dio permiso y de buena onda las locas lo invitaron a la fiesta y él fue con un amigo paco, pero habían montones de gays y lesbianas, entonces su compañero se perdió y mi viejo dice que cuando abrió la puerta de la pieza ¡el paco se estaba dando un beso con otro compadre! Nunca más volvieron a tocar el tema y dejaron de ser amigos. Así era la hueá en Cuba. De ahí que para él fuera tan difícil aceptarlo. Pero ahora es pro gay. Cuando se legalizó el matrimonio civil en Suecia, mi viejo me mandó una carta diciéndome “felicidades, ahora te puedes casar”.

¿Cómo viviste tu homosexualidad en Chile?

Era una paranoia tremenda. Estaba completamente negado y salía con unas minas, pero siempre me sentí incompleto porque sabía que me estaba mintiendo y que jamás iba a funcionar. Tuve una polola, que fue una escándalo en la universidad, porque tenía 40 años y estaba recién llegada del exilio y yo acaba de llegar de Cuba, ¿cachai?. Ella empezó a darme clases privadas de derecho en su casa hasta que me dijo que yo le gustaba. Estuvimos un año juntos y un día me dijo: “tú tienes algo diferente, ¿has pensado en las posibilidad que puedes ser gay?”. Nosotros teníamos una relación súper abierta. Con ella yo podía ser yo, entonces le dije, “quizás” y respondió “sé tú”. Era bien generosa, pero yo no le confirmé nada. Después empecé a ir al Paseo Ahumada donde hay mucho ¿cómo se llama? ¡Miradoras! Hay una huevá con las miradas, entonces, a veces me paseaba y me miraba, era una especie de juego lúdico. Hasta que un día me llené de valor y fui a la Bunker y a todas las discos gays. De hecho me encontré con gente de la universidad. Entonces me acuerdo que caí preso en una redada que se hizo en el Bokhara, cuando estaba Pinochet en Londres y había una hueá súper tensa. Nos llevaron a una comisaría y nos pusieron de rodillas con las manos en la cabeza.

Has dicho que la Paya era tu abuela también ¿cómo le contaste que eras gay?

Lo de la Tencha fue más divertido porque estaba viendo tele cuando se lo dije, pero a la Paya se lo fui a decir especialmente. Nos estábamos tomando un vino y le conté po’. Ella fue súper comprensiva porque siempre tuvo hartos amigos homosexuales. Ese día no brindamos pero me dijo que me cuidara, que estaba todo bien. Me dijo lo que te diría una abuela porque quería que me sintiera apoyado.

¿Por qué decidiste dar una entrevista a La Tercera y contar, públicamente, que eras gay?

Porque Chile es un país que tiene muchas contradicciones. Si bien ha habido avances, todavía pasan cosas como las de Karen Atala que pierde a sus hijos por ser lesbiana, todavía hay lesbianas que las echan de los colegios y pacos que pierden su pega por tener una relación sentimental. Hay una negación total, lo cual es contradictorio sobre todo si ves las estadísticas que dicen que “gay” es la palabra más buscada en Google por los chilenos. Ahí te das cuenta que hay una morbosidad porque no creo que sean sólo los gays los que buscan la palabra gay. Si Chile tiene más discotecas gays que Australia, ¿entiendes, o no? Ja, ja, ja… Y Australia es una país, tremendamente liberal. Por eso, dar esa entrevista fue aportar un grano de arena al trabajo que han hecho instituciones como el Móvil. También lo hice en honor a esa generación de chilenos que se mamó la dictadura y que después en democracia a tenido que dar esta pelea por ganar derechos para las minorías sexuales.

¿Te tinca ser el “compañero Alejandro por las minorías sexuales”?

Ja, ja. El activismo es una idea que no descarto porque a mí me interesa el tema de las minorías. En Chile me parece que hay una deuda histórica con la nación Mapuche y esas son cosas que en países como Nueva Zelandia no pasan.

¿Por qué te fuiste?

Estaba recién salido de la universidad y pensaba que “chucha hago” porque en el fondo el periodismo me carga: Y menos podía hacer carrera en un lugar en donde los medios están en manos de la derecha económica. Así que carreteé todo un año hasta que decidí ir a estudiar un postgrado a España, pero justo conocí a un mino en una disco, que era piloto de Nueva Zelandia, y me vine con él. Al principio llegué acá y no sabía ni jota de inglés, así que los primeros meses me metía a una escuela a aprender. Pasaba sólo, él siempre estaba viajando y al año nos separamos. Entonces me vine a vivir a Auckland y acá hice de todo, menos de puta: trabajé haciendo pizzas, limpiando pisos en hospitales, cuidé gente con problemas de autismo, fui maestro en la construcción y despachador de cabina en Lan Chile. Ahora recién tengo un buen trabajo en una empresa de telecomunicaciones.

Es más relajado ser gay allá imagino…

O sea, acá tu sexualidad no viene al caso. Obviamente, hay gente conservadora, pero en general la gallá, es súper relajada, y hay leyes que te protegen en el trabajo. Acá conozco a pacos que son gays y ni un problema. De hecho en mi trabajo, todo el mundo sabe que soy gay. Acá incluso te puedes casar con tu pareja.

¿Y cuándo te casas?

Mira tengo un novio que se llama Ramón, es neozelandés, pero no vivimos juntos, porque me carga vivir juntos, además estoy muy joven para casarme ¡tengo 34 años! Me pueden pillar todos los amantes que tengo, ja, ja, ja.

Te salió el Allende picarón ¿te va bien con los minos?

Sí, sí, no me va mal. O sea, frustrado no estoy, pero no me gusta la gente pinturita ni tampoco busco la belleza física, soy bastante maduro en ese sentido.

TENCHA, PAYA, BEATRIZ Y GLORIA

En el patio de su casa en Cuba. Alejandro abrazado a Mitzi (“la persona más importante en mi vida”, dice) y a su hermana Maya.

Eres hijo de Beatriz Allende, la Tati, la hija más política de Allende ¿Qué te han contado de esa relación?

Para mi mamá Allende era el epicentro de su vida. Él era un gran seductor y mi vieja lo amaba y él la quería como quería a sus tres hijas. Pero entre ellos había una complicidad política porque ella trabajó con él en el gobierno y ella era una persona de extrema confianza al igual que la Paya.

Leí que al Che Guevara le presentaron a tu mamá como la hija de Allende y ella respondió “no, soy Beatriz”.

Es que tenía una personalidad súper fuerte. Desde los 20 años que estaba comprometida con la revolución porque creía que era la única alternativa para terminar con las injusticias no sólo en América Latina, sino que en el mundo. Yo creo que Beatriz estaba en el PS por lealtad a su padre, porque mi mamá tenía una filosofía más MIR. De hecho tenía muchos contactos con la cúpula del MIR, que era un grupo muy seductor: porque eran jóvenes, hermosos, tenían ideales y asaltaban bancos para hacer la revolución. Era donde se tenía que estar. Por eso, siempre los apoyó, como también apoyó a todos los ejércitos de liberación nacional. Sacaba a los miembros que estaban siendo perseguidos y los entraba a Chile, y en Cuba tuvo preparación militar porque mi vieja creía que la vía armada era la alternativa correcta para hacer la revolución. Estaba muy entregada, por eso, me dio un poco de rabia el libro que sacó Roberto Ampuero que se llama “Nuestro años verde olivo” donde dice que el suicidio de Beatriz y Laura (hermana de Allende) tienen que ver con la desilusión de la revolución cubana. Eso es una mentira feroz. Porque para mi mamá la revolución fue lo primero y la prueba de eso es que nos dejó en Cuba.

La imagen de tu mamá entrando a La Moneda embarazada de ti, con armas, la retrata como una mujer dispuesta a todo.

Si po’, es casi un drama shakesperiano. Y el suicidio de mi mamá tuvo que ver con eso, con el ocaso de la UP, con esto de no haber muerto junto a su padre, porque Allende convenció a las mujeres que salieran. Mi mamá nunca superó eso. Imagínate lo terrible que debe haber sido para Allende ver a sus dos hijas ahí. Yo no soy padre, pero si me están bombardeando la casa y llega mi hija embarazada la saco de inmediato. Si la única mujer que quedó fue la Paya porque se escondió. Porque mi abuelo quería evitar el derramamiento de sangre inocente, porque frente a una ejército regular no era mucho lo que podían hacer, era una masacre.

¿Por qué Beatriz te dejó a tu hermana y a ti a cargo de Mitzi Contreras y no de tu abuela Tencha?

Porque como te dije creo que mi mamá quería que nos criáramos en Cuba y mi abuela en esa época se fue a México y pasó a ser la cabeza de la resistencia chilena denunciando los crímenes de la dictadura. Mi mamá era muy amiga de la Paya y cuando decide suicidarse dejó una carta que yo leí donde le pide a la MItzi que nos crié porque vio en ella a una persona de características éticas y morales intachables. Yo tenía cuatro años y sólo recuerdo a la Tati una vez que me corchetié un dedo y ella me lo sanó. Entonces, ni siquiera sabía de la muerte, pero muy adentro mío entendí que nunca más iba a verla y aprendí a vivir con ese dolor y me entregué a Mitzi como mi mamá. Nosotros vivíamos en Cuba a unas cuadras de las casa de la Paya y con mi hermana íbamos a ver películas. En su pieza, la Paya tenía hartas cosas de la UP, videos y fotos de Allende, pero hablaba poco de él porque era un tema que le dolía. A veces me decía que era buenmozo, un gran político.

¿Sabías de su relación de amor?

Yo lo supe de chico porque era un tema que se hablaba abiertamente. Se conocieron cuando eran vecinos. Fue una relación que evolucionó por muchos años, porque la Paya se fue con su marido a Europa. Yo creo que mi abuelo vio en ella a una mujer leal que tenía una belleza no convencional, que era elegante, extremadamente culta, seductora, atractiva, una persona muy completa e inteligente.

¿Por qué tu abuelo no se separó de Tencha?

Porque a mí no me cabe la menor dudad que mi abuelo amaba a mi abuela. Él era una persona de familia y te lo digo por la forma en que vivía, porque a pesar que tenía una agenda muy apretada siempre había un lugar para los almuerzos familiares, para hacerle regalos a las hijas cuando viajaban. La verdad creo que se trataba de personas sumadamente complicadas sicológicamente, pero la manera en que ellos eligieron vivir pasa en todo Chile. El único tema era que Allende era jefe de Estado… Pero otros jefes de estado también han tenido relaciones “extramaritales”. Además gracias a eso yo soy doblemente afortunado, tengo dos familias: una con la que me crié que fue la de la Mitzi con la Paya, y después, al volver a Chile, viví 9 años con mi abuela Tencha, entonces, son dos mundos donde el punto de unión éramos mi hermana y yo.

Pero en la Fundación Allende no hay ninguna mención a la Paya y tu abuela es la presidenta.

Ellas no eran amigas y no tienen por qué serlo. Ahora me parece que la Fundación la dirige Isabel y desde ya te digo que no estoy de acuerdo. Pienso que la Paya se merece un reconocimiento formal por todo el rol que jugó. Estamos hablando de la única mujer que vio al presidente muerto, que salió de La Moneda con el acta de la Independencia que después fue quemada por los militares. Pero desde ya te digo: mi abuela nunca se ha referido a la Paya en malos términos. De hecho cuando vivía en Chile yo iba a almorzar con la Paya una vez a la semana y mi abuela me decía “¿dónde vas?”, “voy a ver a la Paya”, “bien”. Recuerdo que cuando murió Sola Sierra y la Paya se puso a llorar. Fue la primera vez que la ví llorar, entonces volví a la casa y mi abuela me preguntó cómo estaba ella. Creo que las dos se respetaban.

Allende marcó la vida de muchas mujeres. ¿Por qué?

Mi abuelo era un líder innato y tenía una capacidad de seducir muy humana. Ahora último, eso sí, creo que hay una obsesión con Allende y su vida personal, ja, ja. Hace poco leí un libro que escribió Labarca donde retrata a Allende como un hombre familiar que tenía un mundo aparte y ahí aparece también el episodio de Gloria Gaitán.

¿Qué te parece que Allende haya querido tener un hijo hombre con Gaitán?

Allende ya sabía que el golpe venía y creo que celebró el embarazo porque para alguien que sabe que va a morir tener un hijo es símbolo de continuidad, de esperanza. Ahora lo del hijo “hombre” es algo tan personal… Si tu me preguntas, yo no creo en los apellidos, y menos viniendo de una tradición de familia de izquierda. Esa fue una de las razones por las cuáles me los invertí, porque no creo en las aristocracias. Ahora ¿sobre el hijo que no pudo ser? Bueno, otro drama más de lo que fue esa época negra en la historia de Chile.

¿Has escuchado las últimas palabras de tu abuelo?

Millones de veces y se me pone la carne de gallina porque son palabras dramáticas, que lo describe muy bien. Porque sabiendo que va a morir, él dedica todo a la mujer chilena, a los trabajadores. O sea, piensa en los otros antes de sacrificarse. Ahora hay una película que se llama “1973 revoluciones por minuto” que trata del diálogo que tiene Allende en su cabeza las horas finales del golpe de estado donde hace un recuento de toda su vida. Me gustaría verla porque yo siempre me imagino que habrá estada sintiendo, que imágenes habrá tenido, porque se trata del desenlace de toda su vida y quedarse en La Moneda era un pésimo lugar desde el punto de vista estratégico porque no había escapatoria. A veces me pongo a pensar y me gustaría quitarle un poco de la presión que tuvo que soportar.

Gloria Gaitán contó que estuvo con él días antes y sobre la mesa de la casa de Tomás Moro había una botella de valium.

Ese es un detalle que te describe la presión de la época. Ahora si es que , realmente, tomaba valium no le quita valor, lo humaniza. Estamos hablando de un hombre mayor, que antes de asumir el gobierno de la UP tenía problemas cardíacos. Hace poco me enteré que hacía yoga y eso te habla de un persona que está en un estado de angustia importante.

En esta búsqueda de Allende, ¿te ha interesado conocer sus debilidades, sus errores?

O sea, si los hay, los tomo como parte de su humanidad. Pero yo soy totalmente incondicional a mi abuelo, porque durante 18 sufrió toda la artillería propagandística de los medios de derecha que quisieron destruirlo así que no voy a ser yo el que lo vaya a atacar ahora.

¿Qué se dijo?

Cuestiones estúpidas como que en el Cañaveral se hacían orgías, que el se pasaba curado, que había cocaína después del golpe en su escritorio. Decían que estuvo en no se cuantas fiestas sexuales. Puras idioteces similares a las que decía en Rusia la derecha cuando hablaban de que los comunistas se comían a las guaguas. Acá en Chile hubo mucho boicot y es divertido como la derecha se refiere la izquierda como los “terroristas” cuando en el gobierno de la UP hubo miles de atentados terroristas de Patria y Libertad, pero de eso no se habla.

¿Qué otras cosas se olvidan?

El robo de las empresas públicas por parte de la aristocracia de Chile. O sea, vendieron nuestro patrimonio, privatizaron todo, eso fue un robo a mano arda del que no se habla porque en Chile se trata a los empresarios como semi dioses y hay un especie de pálpito como de que no se les puede tocar, empezando por la gente de la concertación. Yo conozco a Lagos, lo admiro, pero al final de su gobierno ese gran aplauso que tuvo de los empresarios me molestó porque los empresarios ganaron mucha plata en su gobierno, entonces yo le hago esa crítica y de paso eso te demuestra que en Chile tienes que tener a los empresarios al lado tuyo si no quieres que te hagan un golpe militar como le pasó a Allende.

¿Cómo aprendiste a querer tanto a alguien que no conociste?

Es una experiencia intuitiva que no se puede explicar porque son presencias que están súper cerca. Siempre he creído en Dios, pero no como religión organizada sino que como un orden espiritual de las cosas. Ahora, obviamente, en Cuba cuando estaba en colegio yo no podía creer en Dios porque era sinónimo de la decadencia capitalista. Pero la Tencha me empezó a hablar de Dios, aún cuando ella no cree, porque encontraba que era importante que entendiéramos ciertas ideas culturales. Ahí yo tuve una obsesión y con mi mejor amigo nos íbamos a meter a la Iglesia a escuchar misa. Mi familia encontraba que era una excentricidad de pendejos, pero yo estaba en una búsqueda. Me acuerdo que un par de veces hablamos con el cura para dedicarle la misa a la Tati y a Allende. Quería que descansara en paz y eso me hizo súper bien.

¿Crees en el espíritu?

Sí, por eso, sé que con mi abuelo nos vamos a reunir. Es que yo soy hincha de él, estoy orgulloso, me encanta como político, me encanta como ser humano, creo que habríamos sido súper cercanos. Lo que pasa con él es lo miso que pasa cuando uno escribe un libro: una vez publicado el escritor no tiene control sobre él.

Ahora hay muchos documentales sobre Allende, libros, incluso, su foto aparece estampada en banderas, en chapas, en llaveros. Algo parecido a lo que pasó con el Che Guevara.

A mí no me gustaría ver a Allende convertido en un objeto de consumo, onda en Almacenes París. Quedaría pa’ dentro. Sería la antítesis de lo que fue. Lo demás, en cambio, me parece súper saludable: que al fin sus 100 años la gente quiera saber quién es Allende, o quiénes son los diferentes Allendes. Eso es algo que no ocurría en los 90 cuando yo llegué, entonces, Allende era un tema tabú en los diarios y en los primeros gobiernos de la Concertación, pero ahora hay casi una obsesión con él. Hay una necesidad de rescatarlo del silencio, del olvido, del boicot y del epicentro del por qué es quizás la idea noble que tuve que hacer llegar el socialismo a través de la democracia. Ese fue su gran experimento.

¿Eres de peñas? ¿De música de izquierda?

Las peñas me daban ganas de bostezar. Las encuentro aburridas, lateras, pegadas, fui a miles de peñas del PS y del PC, pero en general toda esa subcultura a mí no me gusta. Me gusta el rock, el pop y la música gay, algo de Silvio Rodríguez, pero no soporto las canciones muy lloronas. Yo no puedo escuchar el “himno del pueblo unido jamás será vencido” me parece demasiado gastado. O el rojo amanecer, esa canción me parece de terror (canta): ¡y tu verás un rojo amanecer! Es media maoísta la hueá, no me gusta.

Ja, ja…Oye, pero acá esa música se volvió a escuchar el día que murió Pinochet y la gente celebraba con Champagne.

Me acuerdo de ese día. Yo dije algo pasó porque tenía 47 mensajes en el celular, pero ¿sabes? Pinochet murió para mí cuando lo arrestaron en Londres. Esa fue su muerte política, porque paso a ser este general temido que pedía que lo dejaran libre por problemas mentales. Ahí creo que se cumplió esa parte de las palabras finales de mi abuelo cuando dice “tengo la certeza de que por lo menos habrá una sanción moral que castigue la cobardía, la felonía y la traición”… Pero de todas formas el día que físicamente murió yo no festejé porque no celebro la muerte de nadie y eso me separa de Pinochet, que en escala valórica para mí fue un asesino, un traidor y un ladrón.

Pinochet murió acostado en su cama de hospital junto a toda su familia ¿Injusto?

Si po’, obviamente, tengo el dolor de que él no se haya enfrentado a la cárcel y murió rodeado de su familia cosa ue muchos chilenos no pudieron hacer durante su gobierno porque fueron desaparecidos.

Ese día la mitad del país salió a llorar la muerte de Pinochet ¿Qué les dirías a los que dicen que tu abuelo fue un cobarde por haberse suicidado?

Que están totalmente equivocados. No tengo drama con el suicidio, pero más allá de la manera en que murió Allende yo creo que hay que ver la manera en que vivió. Yo lo admiro porque estamos hablando de un momento negrísimo de la historia de Chile donde el Presidente se quedó sólo en La Moneda, que es la base de la institucionalidad chilena, de la república y en medio del bombardeo mi abuelo luchó, disparó, pero ya al final ¿cuáles eran sus opciones? ¿Entregarse? ¡Ni cagando!; ¿Qué lo mataran o que quedara la posibilidad de salir herido y vivo para que lo pescaran?; o ¿tomar su propia vida? Quienes lo critican tendrían que haber estado ese día en La Moneda y sobrevivir los tanques, a las ametralladoras y a un bombardeo aéreo. Te aseguro que ninguno de ellos habría durado más de un minuto y habrían corrido como cobardes.